La pandemia que no cesa

 

Policía militar israelí con mascarillas durante la represión a una manifestación palestina en Jabal Al-Armah, Beita, al sur de Nablus, el 11/3/20 (Nasser Ishtayeh).

 

¿Cómo te quedas en casa cuando el poder ocupante te ordena demolerla o la destruye ante tus ojos, dejándote con tu familia en la calle?

¿Cómo te quedas en casa cuando los colonos y soldados andan sueltos haciendo tropelías, cortando de a cientos tus olivos y robándote tu tierra y tu agua?

¿Cómo te quedas en casa cuando los soldados irrumpen en ella a la madrugada para arrancarte de la cama y llevarte con rumbo desconocido?

 

María Landi

 

¿Cómo enfrenta la pandemia de coronavirus el ‘democrático Estado Judío’? ¿Qué hace Israel con la población no judía de la que quiere deshacerse desde hace 70 años? La respuesta puede estar en estos ejemplos:

Uno: El 21 de marzo, Malik Ghanem, uno de los 60.000 palestinos de Cisjordania que trabajan en Israel (principalmente en la construcción y la agricultura), se sintió afiebrado. Llamó a un hospital cerca de Tel Aviv y pidió una ambulancia. Como le exigían pagar casi 100 euros, Ghanem fue él mismo al hospital. Ahí llamaron a la policía, que a su vez lo entregó al Ejército israelí. Los soldados lo llevaron hasta el checkpoint de Beit Sira (uno de los que conecta los territorios ocupados con el territorio israelí) y lo tiraron a la carretera del lado palestino, diciéndole: “En Israel no hay sitio para ti. Que la Autoridad Palestina te ponga en cuarentena”. Estuvo tres horas así hasta que una ambulancia palestina lo recogió. Ghanem finalmente dio negativo: no tenía Covid-19.

No fue el único: el Observatorio Euro-Mediterráneo de DD.HH denunció que desde el 23 de marzo las autoridades israelíes empezaron a expulsar hacia Cisjordania a miles de trabajadores palestinos que trabajan en Israel, después de que mostraran síntomas, sin realizarles ningún análisis ni coordinar con la Autoridad Palestina medidas de seguridad sanitaria. Y organizaciones de derechos humanos israelíes exigieron que se les brinde atención médica, seguro de salud y un alojamiento adecuado a los trabajadores que están obligados a pernoctar en Israel.[1]

Trabajadores de salud palestinos desinfectan a sus compatriotas que trabajan en Israel al regresar a Cisjordania a través del checkpoint de Tarqumiya, el 27/3/20 (Wisam Hashlamun).

Dos: El 26 de marzo, alrededor de las 7.30 AM, el ejército israelí llegó con una excavadora y dos camiones con grúas a la comunidad palestina de Jirbet Ibziq, en el norte del Valle del Jordán, Cisjordania ocupada. Confiscaron postes y lonas que debían formar ocho carpas, dos para una clínica de campaña y otras para viviendas de emergencia para personas evacuadas de sus hogares. También se llevaron un generador de energía, bolsas de arena y cemento, cuatro palés de bloques de hormigón para los pisos de las carpas, y destruyeron otros cuatro.

B’Tselem (organización israelí de derechos humanos) declaró: “Mientras el mundo entero lucha contra una crisis sanitaria sin precedentes y paralizante, el ejército de Israel dedica tiempo y recursos a acosar a las comunidades palestinas más vulnerables de Cisjordania, a las que ha intentado expulsar de la zona durante décadas. Destruir una iniciativa comunitaria de primeros auxilios durante una crisis sanitaria es un ejemplo especialmente cruel de los abusos habituales que se infligen a estas comunidades, y va en contra de los principios humanitarios básicos durante una emergencia.”

Fuerzas israelíes confiscan las carpas y materiales de construcción en Jirbet Ibziq, Valle del Jordán (26/3/20, Aref Daraghmeh, BTselem).

Tres: En la empobrecida y bloqueada Franja de Gaza, el 29 de marzo a las 6 a.m., la marina israelí abrió fuego contra humildes botes de pescadores palestinos que faenaban a tres millas de la costa. Un pescador resultó herido y, lo que es más grave -para un grupo humano que a duras penas intenta sobrevivir con una actividad estrangulada por el bloqueo marítimo-, los israelíes se robaron 15 redes del bote perteneciente al pescador Mahmoud Khalil Abu Riyala.

Marinos israelíes con equipos de protección disparan a los pescadores palestinos en el mar de Gaza.

Cuatro: Adalah (centro para los derechos de la minoría árabe en Israel) denunció que las autoridades no prestan ningún servicio sanitario básico a 45 comunidades árabes (con más de 75 mil habitantes) en el desierto del Negev/Naqab, bajo el pretexto de que son ilegales[2]. También señala la insuficiencia de información sobre la pandemia en árabe.Israel ha mantenido durante años una política de negligencia y discriminación a la hora de proporcionar servicios de salud de rutina y de emergencia a sus ciudadanos beduinos”, dijo Adalah. “Ante la crisis del coronavirus, esta política estatal ahora ha resultado en un peligro inmediato para esa población y el público en general.”

Una familia beduina junta sus pertenencias de las ruinas de su hogar demolido por las fuerzas israelíes en la aldea Um Al-Hiram, en el desierto del Negev/Naqab. (Hadas Parush).

Esto no es nuevo, como observó el periodista gazatí Musaab Bashir: el último informe estadístico oficial evidencia una importante brecha sanitaria entre la población judía y la árabe en Israel[3]. Según el informe, la esperanza de vida de la primera es de 81 años, mientras que para la segunda es de 77 años. La mortalidad neonatal en esta población es de 4,8 por mil, mientras que en la judía es 2,5 por mil.

Del mismo modo, con las escuelas cerradas ahora el Ministerio de Educación de Israel está brindando clases por internet; pero más de la mitad del estudiantado palestino con ciudadanía israelí vive bajo la línea de pobreza y no tiene acceso a internet. En el Negev/Naqab, 70 por ciento de las y los estudiantes ni siquiera tienen acceso a electricidad, mucho menos wifi.

La aldea no reconocida de Atir, en el desierto del Negev/Naqab (Activestills).

“Business as usual”

Mientras en todo el mundo los gobiernos han redirigido recursos y políticas hacia el combate a la pandemia, en los territorios palestinos ocupados el ejército y los colonos israelíes ilegales están aprovechando la cuarentena forzada para expandir su colonización, destruir propiedades, robar más tierra y agua a las comunidades palestinas. La violencia represiva del ejército de ocupación tampoco ha cedido, y continúan las ejecuciones arbitrarias y extrajudiciales, así como los arrestos nocturnos de jóvenes en numerosas localidades. Eso sí: ahora los soldados van protegidos con trajes especiales para evitar el contagio (cuando en realidad hay más de 8000 casos de COVID-19 en Israel y solo unos 200 en los territorios palestinos, principalmente por trabajadores contagiados en Israel).

El Euro-Med Monitor condenó el 30 de marzo las prácticas de soldados y colonos israelíes quienes, al incursionar en las comunidades palestinas, han escupido sobre pestillos de viviendas, vehículos, cajeros automáticos y comercios, con la intención deliberada de sembrar terror al contagio del virus en la población de Cisjordania y Jerusalén Este ocupadas. Desde que la Autoridad Palestina declaró el estado de emergencia, la organización contabilizó 207 incursiones de las fuerzas israelíes en el territorio ocupado, 191 arrestos y 19 agresiones de colonos.

Registros de arrestos en Jerusalén y Cisjordania, recopilados por Electronic Intifada:

El 25 de marzo Stop the Wall (la campaña palestina contra el muro y las colonias) emitió un llamamiento “a la comunidad internacional y a las organizaciones de derechos humanos para que intervengan y apoyen al pueblo palestino en su lucha por estar a salvo tanto del coronavirus como de la ocupación israelí (…) mientras que la población palestina sufre una escalada de agresiones, los privilegiados colonos israelíes ilegales son atendidos y protegidos, incluso cuando [nos] atacan. La pandemia representa una oportunidad excelente para que Israel impulse y acelere su proyecto de limpieza étnica y anexión de tierras a favor de los colonos.”

El documento reseña incidentes recientes donde las fuerzas israelíes continuaron sus prácticas habituales en el territorio ocupado como si no existiera una situación excepcional: mientras la población palestina obedece a la cuarentena ordenada por sus autoridades locales, Israel avanza con su plan de anexión del estratégico Valle del Jordán; ordena o ejecuta la demolición de viviendas palestinas (convirtiendo la consigna #QuédateEnCasa en una amarga ironía); asesina a jóvenes que defienden su tierra o simplemente viajaban en coche por la noche; no aplica a los 5000 presos palestinos (incluyendo 43 mujeres, 200 niños y 700 enfermos crónicos) las medidas de prevención del virus aplicadas en las cárceles comunes. Por el contrario: los prisioneros denunciaron que se retiró de las cantinas los productos de higiene y limpieza imprescindibles en esta coyuntura (que ellos deben comprar porque la prisión no los provee), además de prohibir las visitas de abogados y familiares.

La policía de Jerusalén invadió una escuela donde se estaban preparando alimentos -donados por palestinos/as de Israel- para ser distribuidos a familias en cuarentena del vecindario de Sur Baher. Detuvo a cuatro integrantes del comité de emergencia local y se llevó 300 cajas de alimentos:

Gaza: receta para la catástrofe

Con una decena de casos confirmados y una densidad demográfica de 5.500 personas por kilómetro cuadrado, grupos de derechos humanos están advirtiendo de un desastre masivo inminente en caso de un brote generalizado de COVID-19. “Los habitantes de Gaza están entre las personas más vulnerables del mundo a la pandemia de COVID-19”, declaró la organización Al-Haq. La crisis de agua (más del 95 por ciento no es apta para consumo humano) y saneamiento, así como un sistema de salud llevado al colapso por 14 años de bloqueo prolongado socavan “la capacidad de Gaza para prevenir y mitigar adecuadamente los impactos del COVID-19”, agregó al-Haq.

La Dra. Muna El-Farrah, presidenta de la Media Luna Roja Palestina en Gaza, señaló que hay escasez de camas, equipos de protección y kits de prueba. El Centro Palestino para los DD.HH. de Gaza lanzó un llamado urgente a la comunidad internacional para apoyar al sistema de salud de Gaza, donde existen solo un centenar de camas de cuidado intensivo (70 por ciento ocupadas actualmente) y 93 ventiladores para una población de 2 millones. También exhortó a presionar a Israel para que cumpla sus obligaciones ante el Derecho Internacional, levante el bloqueo y permita la entrada de suministros médicos para enfrentar la pandemia. Y B’Tselem afirmó que un brote del coronavirus en la situación actual de Gaza llevaría a “un desastre humanitario, creado enteramente por Israel.[4]

Un trabajador de salud desinfecta como medida preventiva chozas en el campo de refugiados de Nahd Al-Bared, en Jan-Yunis, sur de Gaza, el 29/3/20 (Ashraf Amra).


Lasciate ogni speranza

La opinión pública occidental se empeña siempre en encontrar signos de humanidad de Israel hacia el pueblo palestino. Por eso los medios suelen hacerse eco de las noticias que la hasbara israelí difunde incansablemente para limpiar su imagen y ocultar sus crímenes.

En esta crisis de coronavirus se ha difundido que Israel donó (a pedido de la Autoridad Palestina) 200 tests para Gaza, y que “otorgó la residencia israelí” a palestinos que todos los días cruzan los checkpoints para trabajar en Israel. Nada más absurdo y alejado de la realidad, como explicó Musaab Bashir: los kits son una cifra simbólica, cuando lo que hace falta es recuperar al sistema sanitario de Gaza de la crisis en que lo han colocado 14 años de bloqueo israelí (sin olvidar que, como potencia ocupante, según el Derecho Internacional Humanitario Israel es responsable del bienestar de la población ocupada, cosa que por supuesto incumple).

Y en cuanto a los trabajadores palestinos, algunos recibieron apenas un permiso para pernoctar en Israel durante un par de meses (en los locales de trabajo, y con total restricción de movimiento), simplemente porque las empresas no quieren prescindir de esa mano de obra barata. Esos trabajadores saben que hay más posibilidades de contagio en Israel y que allí no recibirán el tratamiento que puedan necesitar; únicamente la necesidad de alimentar a sus numerosas familias les obliga a correr ese riesgo.

Fuerzas israelíes en el checkpoint de Al-Walaya, en Cisjordania (marzo 2020, Oren Ziv).

La cruda realidad es que no hay virus que pueda alterar el racismo institucional israelí hacia la población palestina, a ambos lados de la Línea Verde. Como dijo estos días Miko Peled analizando el desenlace de la tercera vuelta electoral en un año, “desde la política electoral hasta la respuesta al coronavirus, en Israel reina la mentalidad de apartheid”. Efectivamente, en un insólito giro, Benny Gantz, el criminal de guerra[5] y rival de Netanyahu, prefirió cederle a éste la victoria y renunciar a la posibilidad de convertirse en Primer Ministro antes que aliarse a la Lista Conjunta de los partidos árabes, que son la tercera fuerza y estaban dispuestos a darle sus votos para desbancar a Netanyahu. Moraleja: mantener la pureza del Estado Judío a cualquier precio es más importante que articular cualquier proyecto político que incluya a “los árabes”.

Y es que la deshumanización de la población palestina nativa que el Estado de Israel como proyecto colonial viene practicando desde hace siete décadas no se va a revertir por una crisis. Al contrario: seguramente amplios sectores de la sociedad israelí (esos que insisten en seguir votando al corrupto e incitador Netanyahu) fantasean con que el virus se lleve a varios miles de palestinos para ganar la guerra demográfica en la que Israel está embarcado, hasta ahora sin éxito.

 

Un niño vende productos de limpieza en la puerta de su casa, en el campo de refugiados de Al-Shati, ciudad de Gaza.


NOTAS
[1] Los trabajadores provenientes de Cisjordania, aun con permiso legal, no tienen seguro médico o laboral ni derecho a sindicalizarse; sus salarios y condiciones de trabajo son significativamente inferiores a las de los trabajadores israelíes.
[2] En el Negev/Naqab hay unas 40 aldeas beduinas no reconocidas a las que Israel considera “ilegales” (denominando a sus habitantes “intrusos”) y les niega todos los servicios básicos. La mayoría de la población beduina perdió su tierra cuando Israel la declaró “mawat” (tierras agrícolas no cultivadas) y las reclamó como tierras del Estado. (IWGIA).
[3] Un 20 por ciento de la poblacion del Estado de Israel es palestina, aunque se la llama árabe. Son descendientes de la población originaria que logró permanecer en el territorio que se convirtió en Israel tras la limpieza étnica de 1948 (Nakba). Tienen ciudadanía pero no la nacionalidad, que en Israel otorga privilegios y es exclusiva de la población judía.
[4] La situación del sistema de salud en la ocupada Cisjordania es apenas un poco menos mala: hay 120 respiradores para casi tres millones de personas. La gestión ineficiente, corrupta y subordinada a Israel de la Autoridad Palestina, sobre la cual manda siempre el ejército de ocupación, deja a la población ocupada en situación de total vulnerabilidad, como escribió el cineasta y activista Ahmad Al-Bazz en el portal Mondoweiss.
[5] Gantz fue el jefe del Ejército responsable de dos masacres en Gaza: la de noviembre de 2012 y la de julio-agosto de 2014, la más sangrienta y destructiva que haya sufrido la población palestina (2200 muertes y decenas de miles de heridos y mutilados en 50 días de bombardeos).
Una versión más corta de este artículo fue publicada en el semanario Brecha el 3/4/20.

Mohammed e Israa, una pareja palestina, posa durante una sesión de fotos previa a su casamiento en Jan-Yunis, sur de Gaza, el 23/3/20 (Abed Rahim Khatib).

 

 

Acerca de María Landi

María Landi es una activista de derechos humanos latinoamericana, comprometida con la causa palestina. Desde 2011 ha sido voluntaria en distintos programas de observación y acompañamiento internacional en Cisjordania. Es columnista del portal Desinformémonos, corresponsal del semanario Brecha y escribe en varios medios independientes y alternativos.
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