Balance: ¿Qué quedó del Año Internacional de Solidaridad con Palestina?

Lo feo, lo malo y lo bueno


 María Landi

(Escrito para el semanario Brecha y publicado allí el 9/1/15)


Cuando la ONU designó a 2014 como Año Internacional de Solidaridad con Palestina, ni los más escépticos podían imaginar que terminaría siendo el más sangriento en décadas, en el cual Israel cometería su peor masacre sobre la Franja de Gaza y redoblaría su ofensiva sobre la desarmada Cisjordania. Y que, a manera de premio, el Consejo de Seguridad de la ONU se negaría a poner un plazo a la ocupación israelí.

La ironía es mayor aun si recordamos que en 2014 se cumplían 10 años del dictamen de la Corte Internacional de Justicia declarando contrarios al derecho internacional el Muro y el sistema asociado de ocupación y colonización israelí, y ordenando a la comunidad internacional tomar medidas efectivas para ponerle fin.

Pero si 2014 será recordado como el año de la mayor agresión israelí, también lo será porque el movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS) creció a la par de la indignación mundial. La lista de avances es imposible de resumir aquí, pero se puede ver en la web oficial de la campaña BDS. En ese sentido, se puede decir que hubo buenas y malas noticias. 

Fin de año en Gaza (foto sin crédito).

Fin de año en Gaza (foto sin crédito).

Lo que solo empeoró 

A mediados de año Israel lanzó una nueva ofensiva político-militar destinada a quebrar el flamante acuerdo de unidad palestina y aniquilar a Hamas. En junio -con el pretexto de los tres colonos asesinados- desató sobre Cisjordania una cacería que incluyó centenares de detenciones y decenas de muertos, heridos y casas demolidas (ver Brecha 20/6/14). Poco después lanzó un ataque sobre Gaza que en 50 días dejó un saldo de 2200 personas muertas (la mayoría civiles, la tercera parte niñas y niños), 11.000 lesionadas (muchas de por vida), 100.000 sin hogar, 1500 menores huérfanos y la infraestructura urbana destruida. Y a partir de septiembre, la agresión se enfocó en Jerusalén Este, en el lugar más sensible para la identidad palestina: el complejo de Al Aqsa. Durante semanas el gobierno de ocupación prohibió a los hombres menores de 50 años acceder a la mezquita, mientras permitía a colonos y políticos judíos entrar diariamente y cometer actos de vandalismo con total impunidad, ignorando las numerosas advertencias de que el conflicto político se estaba volviendo peligrosamente religioso. Solo la intervención del rey de Jordania y de EEUU lograron distender en parte una situación que se estaba saliendo de control.

Pero los enfrentamientos continuaron en los barrios de Jerusalén Este, mientras se registraban cifras récord de arrestos y agresiones  –incluso mortales- por parte de colonos y grupos judíos fanáticos a trabajadores y transeúntes palestinos. En este clima de extremismo y provocación, y mientras continuaban las detenciones y asesinatos a sangre fría en Cisjordania, tuvieron lugar reacciones palestinas desesperadas que acabaron con la vida de algunos judíos en Jerusalén. La respuesta de Israel fue no solo ejecutar en el acto a los autores, sino también castigar a sus familias con la demolición de sus casas o la expulsión de Jerusalén[1].

Según estadísticas reveladas a fines de 2014, desde junio se produjeron unos 500 arrestos mensuales (casi 17 por día), elevando el total de detenidos a 6060.[2] También en Cisjordania y Jerusalén Este Israel arrestó a 1266 niños menores de 15 años[3], asesinó a 50 jóvenes desarmados y demolió 188 casas, dejando sin hogar a 882 personas (463 de ellas, menores), según la organización israelí B’Tselem.

A cinco meses de la destrucción de Gaza, Israel continúa manteniendo el bloqueo sobre la Franja y permitiendo solo la entrada de ayuda humanitaria, pero no de materiales para la reconstrucción. Tampoco ha respetado el alto el fuego ni la ampliación del área de pesca. De los 4.500 millones de dólares comprometidos por los donantes en la conferencia de El Cairo, solo han sido entregados dos millones. Según el Centro Palestino de DDHH, allí se institucionalizó el bloqueo a Gaza, poniendo en manos de Israel las principales decisiones sobre el futuro del enclave; y lo que es peor, convirtiendo la destrucción en un lucrativo negocio, ya que Israel impuso que sus empresas sean las encargadas de la reconstrucción (las mismas responsables de la infraestructura de la ocupación); se estima que el 48% del dinero prometido irá a parar a las arcas de Israel.

Y para no innovar, el gobierno israelí anunció que no colaborará con la comisión nombrada por el Consejo de DDHH de la ONU para investigar si se cometieron crímenes de guerra, y tampoco permitirá su ingreso a la Franja. No debe sorprender, sobre todo teniendo en cuenta que Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el Tribunal Russell para Palestina ya acusaron a Israel de cometer crímenes de guerra y genocidio.

Invierno en Gaza (foto sin crédito).

Invierno en Gaza (foto sin crédito).

Soplan vientos nuevos en Europa…

En 2014 Suecia se convirtió en el primer país de Europa occidental en reconocer al Estado Palestino[4], y los parlamentos de Gran Bretaña, Francia, Irlanda, Portugal y España votaron resoluciones instando a sus respectivos ejecutivos a hacer lo mismo. Una votación similar se dio en el Parlamento Europeo.[5]

Estos resultados no son tanto fruto de la estrategia diplomática palestina como de la presión sostenida de la sociedad civil de esos países, que –sobre todo después del último ataque a Gaza- está decidida a hacer pagar a sus gobiernos un precio político por su omisión o complicidad con los crímenes de Israel.

Que los vientos están cambiando se nota desde hace un tiempo. El año pasado la Unión Europea aprobó directrices que prohíben destinar fondos de cooperación o financiación a entidades israelíes que operen en  territorio ocupado. Y en varios países se ha tomado medidas para evitar la entrada de productos de las colonias israelíes (aves, lácteos, frutas y verduras), cuyas empresas continúan perdiendo mercados. Es probable que los gobiernos europeos hayan tenido en cuenta también los informes indignados de sus propios diplomáticos en Palestina cuando Israel destruye proyectos financiados por Europa.

Y es que el actual gobierno israelí ha hecho más méritos que ningún otro para demostrarle a Occidente que no tiene la menor intención de devolver un solo trozo de territorio palestino. De hecho, aunque el paradigma de la comunidad internacional sigue siendo el de “dos estados”, cada vez más voces se atreven a reconocer públicamente que esa solución ya no es viable porque Israel mismo la destruyó hace mucho tiempo. De ahí que los europeos estén empezando a cansarse de la cantinela israelí de que “solo las negociaciones bilaterales (léase: la cortina de humo que usa Israel para ganar tiempo mientras avanza su colonización) traerán una solución al conflicto”, y parecen estar dispuestos a impulsar también “hechos consumados” pero a favor de la autodeterminación palestina.

También a fin de año la Corte Europea de Justicia anuló la definición de Hamas como grupo terrorista, alegando -sin pronunciarse sobre la materia de fondo- que la decisión tomada por la UE en 2003 “no se basó en hechos examinados por las autoridades nacionales competentes, sino sobre imputaciones obtenidas de la prensa y de internet”.

El último día del año, dos hechos marcaron el estado de la cuestión palestina: la ANP no logró los 9 votos necesarios en el Consejo de Seguridad de la ONU para aprobar una resolución que simplemente ponía un plazo para negociar la retirada de Israel de los territorios ocupados. Para evitar tener que vetarla, EEUU presionó a Nigeria para que se abstuviera. Inmediatamente después de este fracaso -y cuando Israel recién empezaba a festejar- Mahmoud Abbas anunció que Palestina firmaría la adhesión al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, abriendo la puerta para que el tribunal juzgue a Israel por crímenes de guerra y de lesa humanidad[6]. La decisión venía siendo largamente reclamada por su pueblo pero postergada por la ANP debido a la fuerte presión de EEUU (su principal donante) y las amenazas de Israel, que como era de esperar reaccionó anunciando que iba a retener los impuestos que debe devolver a la ANP -según el Protocolo de París incluido en los Acuerdos de Oslo.

Esta doble jugada dejó en evidencia que el camino de la eterna negociación auspiciada por EEUU es inconducente para avanzar los derechos palestinos, y que lo único que traerá un cambio efectivo es recurrir a la justicia internacional y otras formas de sanciones para obligar a Israel a rendir cuentas y a pagar un precio por mantener el statu quo.

“Amenaza estratégica” 

Recientemente fui testigo de este cambio del clima político cuando asistí a dos reuniones apoyadas y financiadas por el gobierno de Andalucía: las II Jornadas estatales de debate sobre el BDS contra el apartheid israelí (Málaga), convocadas por una red de 45 grupos que impulsan el BDS en todo el estado español (RESCOP [7]), y la Conferencia internacional de gobiernos locales y organizaciones de la sociedad civil en apoyo a los derechos palestinos (Sevilla), organizada por la cooperación andaluza y el Comité de la ONU para el ejercicio de los derechos inalienables del pueblo palestino (CEIRPP).

El BDS fue el tema central en Málaga y también estuvo presente en Sevilla -aun tratándose ésta de una reunión co-convocada por la ONU[8]-, donde hubo representantes del movimiento BDS de EEUU, Palestina, Brasil, España, Bélgica, Reino Unido, Francia y Malasia, entre otros[9].

Y es que 2014 ha sido clave para el avance del movimiento BDS en el hemisferio Norte. Gremios universitarios, sindicatos, fondos de pensión, iglesias, cadenas de supermercados, ayuntamientos y diputaciones provinciales, artistas, intelectuales y académicos han discutido y aprobado resoluciones de boicot o de retiro de inversiones en empresas israelíes.

El BDS ha sido objeto de editoriales en el New York Times y en el Financial Times, y es tema de preocupación en los medios israelíes y en el gabinete de gobierno. Debido al boicot, empresas multinacionales cómplices de la ocupación han tenido pérdidas millonarias que las han llevado a anunciar su retiro de Israel (como Veolia y G4S) o el cierre de sus plantas en territorio ocupado (como la israelí Sodastream[10]). La Iglesia Presbiteriana de EEUU votó retirar inversiones millonarias en tres compañías objeto de boicot por su lucro con la ocupación de Palestina: Caterpillar, Motorola y HP. En Vancouver, California y Florida, activistas y sindicalistas impidieron la descarga de barcos de la compañía israelí Zim. Y la lista sigue…

El poder del movimiento reside en su amplia convocatoria y su sólido fundamento en el derecho internacional. Con el BDS la sociedad civil llena el vacío dejado por la inoperancia de gobiernos y políticos y toma la iniciativa para proponer una estrategia que por primera vez funciona, haciéndole sentir a Israel y sus cómplices que la ocupación tiene un costo. No sorprende que el gobierno israelí haya calificado al movimiento de “amenaza estratégica”: más y más gente siente que el camino de las sanciones y el aislamiento –a ejemplo de Sudáfrica- es la única estrategia viable para acabar con un régimen inmoral, y cada vez es más frecuente escuchar que “la hora sudafricana está llegando para Palestina”.

Foto archivo del portal Palestina Libre

Foto archivo del portal Palestina Libre

Cuando las buenas noticias llegan de EEUU

El BDS (…) nos devuelve el poder. Ya no estamos esperando que el presidente Obama o el Congreso (…) hagan el cambio: estamos forzando ese cambio, bajo el liderazgo palestino. Y está funcionando; por primera vez en décadas, en EEUU la oposición se ve obligada a respondernos. Estamos a la ofensiva, y los tradicionales guardianes de Israel están a la defensiva.” Así se expresaba en la conferencia de Sevilla Anna Baltzer[11], judía y coordinadora nacional de la campaña BDS en EEUU.

Sería imposible reseñar la enorme cantidad de artículos que dan cuenta del proceso de transformación de la opinión pública en EEUU, gracias al movimiento BDS y al rol clave que desempeñan en él activistas y figuras intelectuales judías. Noam Chomsky, Max Blumenthal, Judith Butler, Phyllis Bennis, Josh Ruebner, Miko Peled, Philip Weiss, Norman Finkelstein, son solo algunos de los nombres que vale la pena googlear[12]. Sus ideas son tan influyentes como las de destacadas voces palestinas de EEUU, como Ali Abunimah, Diana Buttu, Ramzy Baroud, Noura Erakat, Rashid Khalidi, Yousef Munayyer, Susan Abulhawa, Nadia Hijab, Rania Masri (ahora en Beirut).

La campaña BDS reúne a más de 400 grupos de todo el país. Junto con las organizaciones Jewish Voice for Peace y Students for Justice in Palestine (que ha instalado el debate en los campus universitarios, donde incluso enemigos del BDS han reconocido que el movimiento se asemeja al de oposición a la guerra de Vietnam) son responsables del creciente cambio de percepción y del deterioro de la imagen de Israel.

Ese proceso está desafiando el discurso dominante, influyendo incluso en los medios masivos y llamando a las cosas por su nombre: la expulsión planeada de la población beduina del Valle del Jordán, el desierto del Negev o la periferia de Jerusalén es limpieza étnica; el traslado masivo de población ocupante al territorio ocupado es colonialismo de asentamiento; la existencia de dos sistemas jurídicos (civil para la población judía, militar para la palestina), de carreteras y zonas segregadas, de más de 50 leyes y políticas que discriminan sistemáticamente a la población árabe y le niegan los derechos fundamentales no es democracia, sino apartheid. Y este cambio del discurso está no solo abriendo los ojos, sino planteando dilemas morales críticos en el seno de una comunidad –la judía- históricamente liberal.

En palabras de la misma Anna Baltzer: “Ciertamente tenemos un largo camino por recorrer; pero ya políticos israelíes, altos dirigentes empresariales y periodistas de los principales medios están diciendo que la única manera de detener al BDS y de evitar el creciente aislamiento de Israel es respetar los derechos palestinos. En otras palabras, el BDS está funcionando.” 

Comité Directivo y equipo de trabajo de la US Campaign to End Israeli Occupation.

Comité Directivo y equipo de trabajo de la US Campaign to End Israeli Occupation.

¿Y por casa cómo andamos? 

Existe un consenso de que este “impacto acumulativo” –en palabras de un analista israelí- está haciendo perder a ese país la guerra de la opinión pública. Pero es evidente que eso no ocurre en todas partes. En claro contraste con Europa y América del Norte, América Latina -más allá de la retórica pro-palestina de sus gobiernos progresistas- se ha convertido en el último reducto de legitimidad de Israel y en el refugio para sus empresas, que optan por trasladarse a la región porque aquí “no importan tanto los derechos humanos” a la hora de hacer negocios. Es paradójico que eso ocurra en países gobernados por quienes ayer fueron víctimas directas de regímenes militares apoyados, entrenados y armados por Israel.

Nos guste o no, Israel todavía tiene buena prensa en América Latina, donde la amenaza sionista acalla las críticas y fuerza amistades. Académicos y artistas, empresarios y profesionales, sindicatos e instituciones, gobernantes y políticos de izquierda no tienen empacho en mantener relaciones de normalidad como, por ejemplo, el tratado de libre comercio del MERCOSUR con Israel, que ni siquiera después de la brutal masacre a Gaza sus gobernantes osaron cuestionar.

(Como honrosa excepción, no debemos olvidar que sobre final de año se supo que el gobierno de Rio Grande do Sul había cancelado el acuerdo con la empresa militar israelí Elbyt Sistems para establecer una mega planta en su terrritorio; una decisión que es resultado de la presión organizada de los movimientos sociales brasileños, en coordinación con el comité palestino de BDS).

Si las cosas no cambian, todo indica que estos países serán los únicos en sorprenderse cuando –mucho antes de lo que puedan imaginar- vean desmoronarse el régimen colonial y de apartheid sionista. Quizás entonces ya sea tarde para tomar distancia; pero no podrán decir que no sabían.

 

NOTAS  

[1] La población palestina nacida en Jerusalén no tiene ciudadanía israelí ni palestina, sino –desde 1967- apenas un “permiso de residencia” otorgado por Israel, que puede ser revocado arbitrariamente.
[2] Datos del Detainees and Ex-Detainees Affairs Committee.
[3] Datos del departamento para los prisioneros de la OLP.
[4] La mayoría de los países de Europa del Este ya lo hicieron hace años.
[5] El reconocimiento del Estado palestino (con las llamadas “fronteras de 1967”) despierta tanto adhesión como rechazo  entre palestinos y partidarios. No hay espacio para exponer los argumentos de unos y otros en este artículo, pero lo haremos en uno próximo.
[6] Sobre las implicaciones de que Palestina pase a ser miembro de la CPI en abril de 2015 escribiré próximamente.
[7] Ver las campañas lanzadas este año por la RESCOP: “Yo no compro apartheid” y “Espacio libre de apartheid israelí” en el sitio boicotisrael.net 
[8] Leer aquí la Declaración del Olivo, documento final de la conferencia de Sevilla.
[9] Como es habitual, el lobby sionista –a través del Centro Wiesenthal y la embajada de Israel- calificó de “actividades antisemitas” dichas reuniones y pidió explicaciones al gobierno español, que rechazó categóricamente la acusación. Leer aquí el comunicado de la RESCOP poniendo las cosas en su sitio.
[10] La campaña contra Sodastream fue el éxito más publicitado del año, y le costó a Scarlett Johansson –nueva cara oficial de la compañía- su puesto como embajadora humanitaria de Oxfam. Para Sodastream representó una caída en picada de sus acciones por la ola de cancelación de ventas y contratos institucionales.
[11] Ver aquí la ponencia completa.
 [12] También las organizaciones Jews for the Palestinian Right of Return y Jews against Genocide.

Acerca de María Landi

María Landi es una activista de derechos humanos latinoamericana, comprometida con la causa palestina. Desde 2011 ha sido voluntaria en distintos programas de observación y acompañamiento internacional en Cisjordania. Es columnista del portal Desinformémonos, corresponsal del semanario Brecha y escribe en varios medios independientes y alternativos.
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