Sobre la explosión que mató a una adolescente israelí en Cisjordania

El 23 de agosto una adolescente israelí que estaba haciendo senderismo con su familia por una pintoresca región de Cisjordania llena de colonias judías –en el distrito de Ramala− murió por la explosión de un artefacto colocado junto al manantial de Ein Bubin; su padre y su hermano resultaron con heridas graves. Como es habitual, el hecho ha desatado −junto a las habituales promesas de venganza contra los ‘terroristas’ palestinos− una cacería del ejército de ocupación por los poblados palestinos vecinos, con allanamientos y detenciones masivas. Y en represalia, el Primer Ministro Netanyahu anunció la construcción de 300 nuevas viviendas en la colonia Dolev.
Siempre que personas israelíes son asesinadas en el territorio palestino ocupado, se dan dos tipos de omisiones o distorsiones: por un lado, se soslaya que se trata de hechos aislados y ocasionales (por ahora), considerando que 600.000 colonos/as israelíes viven en ese territorio en medio de tres millones de palestinos/as (Imaginemos si Estados Unidos hubiera trasladado a 600.000 de sus ciudadanos/as al territorio ocupado de Irak: ¿cuántas serían las bajas?). Y por otro lado, se omite que esas personas representan al Estado que lleva a cabo una agresiva ocupación colonial, que viven y/o circulan en ese territorio ocupado en condiciones privilegiadas que se les niegan a la población nativa, cuyas tierras, fuentes de agua y recursos naturales han sido y están siendo robados en forma permanente. ¿Quién no defendería su hogar del ladrón que viene a robarle?
Por eso es necesario siempre analizar estos incidentes violentos en su contexto político y geográfico. La periodista israelí Amira Hass (que lleva más de dos décadas viviendo en Ramala como corresponsal de Haaretz) lo hace con su habitual ironía en esta columna de opinión.
Un detalle más: el hecho de que esta familia viva no en una colonia ilegal de Cisjordania sino en la ciudad de Lod (Lydda en árabe), en lo que hoy es Israel, solo prueba hasta qué punto la sociedad israelí ha normalizado la anexión de facto de los territorios palestinos por parte del Estado, y considera natural ir de ‘hicking’ a uno de ellos.

 

Ubicación de las colonias (en color morado) Dorev, Neriya y otras en medio de las aldeas palestinas (en amarillo), al noroeste de la ciudad de Ramala. La zona celeste es el área alrededor de las colonias cuyo acceso quedó vedado para la población palestina (Mapa: UNOCHA OPT).

 

Una trágica excursión que no tiene nada que ver con el paisaje y la tierra

 

 El manantial de Ein Bubin, donde Rina Shnerb fue asesinada, todavía es accesible para los habitantes de Dir Ibzi. Pero los colonos israelíes se han apoderado de los manantiales vecinos y se jactan con orgullo de que a la población palestina “ya rara vez se la ve por allí”.

 

Amira Hass

 

En los últimos 30 años, las colonias ilegales de Dolev y Nahliel y los puestos de avanzada no autorizados que existen entre ellas[1] se han apoderado de más de 15.000 dunams (3.700 acres) de tierra palestina. Por supuesto, eso no tiene nada que ver con el asesinato de Rina Shnerb la semana pasada.

Mediante ataques violentos, vandalismo de propiedades y árboles, órdenes militares y barreras  cerradas con candado, el ejército y los ciudadanos israelíes impiden que la población de seis aldeas palestinas acceda a sus tierras (olivares, campos y zonas de pastoreo). Las seis aldeas son: Al Janiya, Ras Karkar, Deir Ammar, Beitillu, Mazra al Qibliya y Kobar. Eso, por supuesto, no tiene nada que ver con las heridas recibidas por el hermano y el padre de Rina, Eitan y Dvir Shnerb.

Gush Talmonim −como denominan los israelíes a esta extensa área− separa a unas aldeas palestinas de las otras y fragmenta la parte occidental del distrito de Ramala en varios enclaves desconectados. Como dijimos, no puede haber conexión alguna entre estos hechos y el artefacto explosivo que se detonó en ese mismo lugar el viernes pasado.

Los caminos y senderos que alguna vez conectaron a Ein Qiniya y Al Janiya, por ejemplo, están bloqueados para la población palestina. Los caminos y senderos de la zona (que abarca en total unos 60 kilómetros) −tanto los oficiales construidos en tierras palestinas apropiadas como los no oficiales creados por los colonos− están vedados a los vehículos palestinos. Y las montañas, las colinas y los valles están fuera de alcance para las y los excursionistas palestinos. Pero ¿por qué relacionar todo esto con una bomba colocada por culpables desconocidos?

De los nueve manantiales naturales de la zona, que junto con sus afluentes han proporcionado agua a la agricultura palestina y se han convertido en lugares de esparcimiento y recreación para la población de las aldeas y quienes residen en la ciudad, cinco han sido ocupados por los colonos, quienes impiden a la población palestina acercarse y utilizar el agua. Por supuesto, esto tampoco tiene nada que ver con el ataque del viernes.

En las tierras de las aldeas palestinas Ras Karkar y Deir Ammar se encuentra la mezquita de Al-Nabi Anir, en medio de lagares, cuevas funerarias, sitios arqueológicos y un antiguo sistema de riego basado en los manantiales de la zona. Pero este tesoro fue judaizado, y ahora se llama Ayanot Aner. Desde principios de los 2000, cuando se estableció el puesto de avanzada no autorizado de la colonia Zeit Ra’anan, los colonos comenzaron a atacar a las personas palestinas que iban allí. Israelíes no identificados, algunos de ellos armados, atacaban a pastores y agricultores palestinos, robaban su ganado y dañaban sus olivares. Como resultado, la población palestina empezó a evitar ese lugar peligroso.

En 2014, adolescentes del puesto colonial de avanzada Neria renovaron el sitio “que sufría de negligencia”, como informa el sitio web (hebreo) Eretz Hamayanot [la “tierra de los manantiales”]: “Se cavaron piscinas, se colocaron bancos, se construyeron senderos y se erigieron miradores. Ahora es un lugar de recreo y atracción turística para israelíes.” Eretz Hamayanot no menciona que el lugar sufría de abandono porque la violencia de los colonos israelíes ahuyenta a las y los residentes palestinos. Pero en cualquier caso, es dudoso que las personas que colocaron allí el artefacto explosivo el viernes pasado estuvieran enojadas por la omisión de esos hechos en el mencionado sitio web.

En diciembre de 2017, las organizaciones de derechos humanos Emek Shaveh y Yesh Din presentaron una petición ante la Corte Suprema de Justicia contra estos actos de robo. En su petición citan una frase clave tomada del boletín semanal de Neria de agosto de 2016: “Estamos contentos de anunciar el final de otra etapa (nos acercamos al final) en la renovación de Ayanot Aner. Para nuestro deleite, el sitio se ha convertido en un lugar de recreación familiar conocido por el público en general. Es más, nuestros ‘queridos’ primos [refiriéndose a los palestinos] ya casi nunca se ven por allí.” Los palestinos no están suscritos al boletín de noticias de los colonos, así que no hay razón para asumir que las personas responsables del ataque del viernes estaban molestas por su arrogancia.

Ein Bubin, el manantial adonde el padre con su hijo y su hija fueron de excursión, está muy cerca de las casas de la aldea palestina Deir Ibzi; esa es la razón por la que no ha sido totalmente robado a “nuestros primos palestinos”: agricultores y excursionistas palestinos/as siguen usando sus aguas y disfrutando de sus tierras los viernes y días festivos. Los colonos invitan a las masas israelíes a ir allí y a enorgullecerse de la presencia sionista, pero ¿por qué deberíamos vincular eso con la trágica excursión de la familia Shnerb?

La apropiación de tierras por parte de las colonias que forman Gush Talmonim hizo que las seis aldeas palestinas perdieran sus medios de subsistencia, lo que les causó graves daños económicos, hasta el punto de que cientos de familias dependen ahora de la ayuda externa. Pero ¿qué conexión hay entre la pobreza, el agravio, la furia y la injusticia con un artefacto explosivo letal?

Los colonos no se conforman con el actual robo de la naturaleza, la belleza y los medios de subsistencia palestinos. Quieren unir la colonia Halamish en el norte de Ramala con Gush Talmonim, bloqueando la carretera a Beitillu e impidiendo que la población de Nabi Saleh acceda a sus tierras. Quieren pavimentar nuevos caminos (en Ras Karkar y Mazra’ah) y construir más puestos coloniales de avanzada. Las manifestaciones contra este plan fueron reprimidas por el ejército israelí, matando a una persona e hiriendo a otras 150. ¿No es absurdo pensar que todo lo anterior es motivo para colocar un artefacto explosivo en Ein Bubin?

Quienes prepararon la bomba ciertamente saben cuál es la estrategia de Israel en Cisjordania: las colonias individuales se convierten en grandes bloques (sólo para población judía) y hacen alarde de la abundancia, la serenidad, los centros comerciales, los viñedos, los huertos, los senderos para caminatas y los manantiales naturales judaizados.

Los bloques de colonias contiguos fragmentan, aprietan y sofocan a los enclaves palestinos. No es la primera vez que personas judías son asesinadas en aras del objetivo sagrado de robar tierras; y ello no detendrá el despojo galopante que Israel lleva a cabo a plena luz del día. ¿Son tan fuertes la ira y la desesperación  palestinas que llevaron a quienes colocaron la bomba a cometer un homicidio que no logrará nada?

 

[1] Se llama así a las instalaciones precarias que preceden al establecimiento de una nueva colonia. Son ilegales incluso para el gobierno israelí (para la comunidad internacional, todas las colonias israelíes en territorio palestino ocupado, sin excepción, son ilegales), pues se instalan sin su autorización, pero la tolerancia de las autoridades hace que terminen por convertirse en una nueva colonia, finalmente autorizada y con todos los servicios y beneficios que les otorga el gobierno. (N. de la T.).
Publicado en Haaretz el 26/8/19. Traducción: María Landi.

 

 

 

Acerca de María Landi

María Landi es una activista de derechos humanos latinoamericana, comprometida con la causa palestina. Desde 2011 ha sido voluntaria en distintos programas de observación y acompañamiento internacional en Cisjordania. Es columnista del portal Desinformémonos, corresponsal del semanario Brecha y escribe en varios medios independientes y alternativos.
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