¿Quién le teme al pasado?



Berenice Bento

«Es imposible entender el estallido de furia palestina del pasado fin de semana sin contextualizarlo en marcos más amplios. En las revueltas de los esclavos aquí en Brasil, era común que el amo, su familia y el capataz fueran asesinados. Los diarios de los amos de esclavos de la época, anticipándose al ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, decían: «Estamos luchando contra animales y actuamos en consecuencia». En la misma entrevista en la que diagnosticó la «no humanidad» del pueblo palestino, el ministro Gallant ordenó el «asedio total» de la Franja de Gaza: un castigo colectivo. El mantra sionista de que Palestina es una tierra sin pueblo se ha convertido en una estrategia política. Así ha sido desde 1948: expulsar, matar, torturar, confiscar vidas y propiedades palestinas. El único derecho que tienen los oprimidos es no tener derecho. Pero la furia llega. ¿Acaso los opresores no han aprendido nada de sus crímenes y fracasos?»

 

Seguir leyendo: http://losotrosjudios.com/2023/10/13/israel-quien-le-teme-al-pasado-por-berenice-bento/

 

 
Reblogueado desde Los Otros Judíos

 

Que las palabras de este palestino del campo de refugiados de Al-Shati nos inspiren para mantener la esperanza en que Palestina vivirá:

 
 
 
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Voces e imágenes de Gaza. Análisis de Marwan Bishara y otros/as

 

Israel está preparando el terreno para el genocidio


Calificar el atentado de Hamás del sábado como “el 11-S israelí” sólo contribuirá a que el fanático gobierno israelí desate el Armagedón en la región.

 

Marwan Bishara

 

Funcionarios israelíes y estadounidenses, al igual que muchos de sus aliados, han calificado la incursión de Hamás del sábado como “el 11-S de Israel”, estableciendo paralelismos entre Hamás y Al Qaeda y entre Israel y Estados Unidos.

“Si Estados Unidos experimentara lo que está experimentando Israel”, dijo el presidente Joe Biden, “nuestra respuesta sería rápida, decisiva y abrumadora.”  La “brutalidad” y “la sed de sangre” de Hamás, añadió, “nos trae a la mente los peores desmanes del ISIS”. Incluso repitió las afirmaciones sensacionalistas y sin fundamento de que los combatientes de Hamás habían “violado a mujeres” y “decapitado a bebés”.

Las principales capitales europeas reforzaron la falsa analogía del 11-S y la peligrosa noción de “nosotros contra ellos” cubriendo sus edificios más emblemáticos con banderas israelíes, como si quisieran declarar que “todos son israelíes”, al igual que declararon –con desastrosas consecuencias– que “todos son estadounidenses” tras los atentados del 11-S en Nueva York y Washington DC.

Como una orquesta bien ensayada, las potencias occidentales condenaron los ataques “no provocados” contra civiles y expresaron su apoyo incondicional al fanático gobierno israelí para que haga lo que considere necesario para “defender” a su pueblo contra el “mal”.

El grado de histeria y la hipocresía son tan alucinantes como temerarias.

For European Commission President Ursula von der Leyen, “Russia’s attacks against civilian infrastructure, especially electricity, are war crimes. Cutting off men, women, children of water, electricity …  are acts of pure terror.” But Israel doing the same against Palestinians in Gaza is legitimate self-defense! That’s the very embodiment of hypocrisy and double standard.

A los ojos de Occidente, al parecer, Israel tiene el “deber” de defender a su pueblo, ¡pero los palestinos no tienen derecho a protegerse a sí mismos, como si fueran seres humanos de menor valor! Al parecer, Israel también tiene derecho a defender e incluso ampliar su régimen de ocupación y apartheid, pero los palestinos no tienen derecho a expresar su frustración ni a luchar por la libertad y la justicia tras siete décadas de despojo, opresión y asedio.

Para la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, “los ataques de Rusia contra las infraestructuras civiles, especialmente la electricidad, son crímenes de guerra. Dejar sin agua, electricidad (…) a hombres, mujeres y niños son actos de puro terror.” Pero que Israel haga lo mismo contra los palestinos de Gaza ¡es legítima defensa! Es la encarnación misma de la hipocresía y el doble rasero.

Para que quede claro, Hamás es un grupo islamista que ha utilizado y sigue métodos controvertidos y condenables para promover su agenda. Pero al igual que otros movimientos anticoloniales que emplearon métodos cuestionables, es, ante todo, un movimiento nacionalista que condenó durante mucho tiempo a al-Qaeda y al ISIL, y nunca organizó un ataque fuera de la Palestina histórica. A diferencia de Al Qaeda, Hamás obtuvo la mayoría parlamentaria en las últimas elecciones legislativas celebradas en Gaza en 2006 y, tras sobrevivir a un golpe de Estado orquestado por Estados Unidos, ha actuado como gobierno de facto de la asediada Franja.

Por encima de todo, las comparaciones histéricas entre la operación de Hamás del sábado y el 11-S son imprudentes y totalmente peligrosas, ya que sirven para justificar una guerra más extendida, como fuimos testigos antes de la invasión y ocupación de Afganistán e Irak con falsos pretextos. Tales comparaciones contribuyen a demonizar a los líderes palestinos y a deshumanizar a ese pueblo, y allanan el camino para una guerra genocida, empezando por Gaza. No cabe duda de que demonizar a otros líderes es una táctica desagradable, pero deshumanizar a todo un pueblo es racismo puro y duro.

De ese modo, esta falsa e histérica analogía equivale a una luz verde para que Israel dé continuidad a su bloqueo ilegal y bombardeo indiscriminado de la Franja de Gaza, incluyendo una invasión terrestre aún más espantosa que devastaría a los más de dos millones de personas que viven allí.

En efecto, tras fracasar en su intento de debilitar a Hamás con cuatro guerras y un bloqueo que ha durado 17 años, el gobierno israelí parece ahora decidido a aniquilar a Hamás, tanto política como militarmente, mediante una invasión y reocupación de Gaza.

Para ello, ya ha llamado a filas a unos 350.000 reservistas militares y ha reunido a 100.000 soldados y varios tanques en su frontera sur. Mientras tanto, los intentos de crear un corredor humanitario para trasladar a la población de Gaza al Sinaí con el fin de mantenerla “a salvo” y facilitar la invasión israelí serán rechazados por los dirigentes palestinos y árabes por no ser más que un pretexto para expulsar de nuevo al pueblo palestino de su patria.

La previsible invasión terrestre de la densamente poblada Gaza, sin vías de escape para sus habitantes, está destinada a causar decenas o cientos de miles de bajas entre la población palestina durante semanas o meses de lucha; especialmente si, como se espera, Israel utiliza armas pesadas y bombardeos intensos para tratar de reducir las bajas entre sus propias fuerzas. De hecho, la inminente invasión israelí de Gaza está destinada a convertirse en el conflicto urbano más sangriento desde la Segunda Guerra Mundial, un Armagedón con desastrosas implicaciones regionales.

Incluso si Israel logra reocupar la Franja de Gaza, aunque sea a un alto costo, y desmantela la infraestructura militar y administrativa de Hamás, ¿qué ocurrirá después? ¿Se limitará a entregarla a la Autoridad Palestina en Ramala después de que los israelíes hayan pagado un alto precio por tomarla, como sucedió en el pasado? ¿O conservará la Franja de Gaza de forma permanente, proporcionando alimentos y servicios a sus habitantes? ¿Podrá acabar con la idea de Hamás como movimiento de resistencia contra la ocupación?

Israel no parece tener respuestas a estas espinosas preguntas sobre “el día después”. De hecho, no se sabe qué ocurrirá después de semejante invasión genocida y reocupación de Gaza, Palestina o la región en general.

Ya hay indicios de que la guerra se extenderá hacia el norte y el este, obligando, o más bien permitiendo, que Israel amplíe su círculo de destrucción. Esto podría conducir fácilmente a que Estados Unidos y sus armadas navales recién desplegadas se vieran arrastrados a otra destructiva guerra regional, como si dos décadas de guerras eternas no fueran suficientes.

Israel y Estados Unidos no deben repetir una y otra vez los mismos errores garrafales, como si no hubieran aprendido nada de décadas de guerra, ocupación y sufrimiento humano causados por sus torpezas. Ya es hora de que las potencias occidentales empiecen a actuar como adultos y dejen de repetir como loros las mentiras y clichés desacreditados de Israel. No se equivoquen: no hay respuesta militar para la tragedia palestina, sólo una solución política y diplomática.

Publicado el 12/10/2023 en Al Jazeera. Traducción: María Landi.

 

Cifras escalofriantes al día 5 de la guerra. 13/10/23.

 

OTROS ANÁLISIS Y OPINIONES RELEVANTES

The blood of Gaza is on the West’s hands as much as Israel’s – Jonathan Cook
The Violence of Demanding Perfect Victims  – Noura Erakat
We feel fear, anger and helplessness: all of Israel is in a state of war. But revenge is not the answer – Orly Noy
The Qannans, the Shaheens, the Shaabans: Israel is wiping out entire families in Gaza – Mahmoud Mushtaha

Gaza 2023: Our Warsaw Uprising moment – Haidar Eid
Palestinians speak the language of violence Israel has taught them. – Chris Hedges
Could the Attack on Israel Spell the End of Hamas?
– Nathan Thrall
Beyond OctoberFaris Giacaman
Despite what you think, Palestinians are not celebrating death – Hebh Jamal
We must refuse to apologize for Palestinian humanity – Zubayr Alikhan
Get out of there now! – Amjad Iraqi
Entrevista con Tareq Baconi: Where the Palestinian political project goes from here?
Pronunciamiento de Sabeel, el Centro ecuménico de teología de la liberación palestina
Palestina: La seguridad de Israel y la resistencia – Mauricio Amar

 

La abogada de DD.HH. chilena de origen palestino Nadia Silhi Chahin explica para France 24 la situación humanitaria en Gaza y pone en contexto esta crisis:

 

NEWSLETTER ESPECIAL de +972 Magazine con imágenes, información y análisis.

 

ENTREVISTAS de análisis (en video) en Democracy Now desde Tel Aviv, Ramala, Haifa, Jerusalén, a Amjad Iraqi, Mustafa Bargouthi, Gideon Levy, Orly Noy, Haggai Matar, Mohammed El-Kurd y otras. Empieza en el minuto 13:33 del programa.

 

TESTIMONIOS desde Gaza: niñas, niños, ancianos, un trabajador humanitario, un poeta, junto con imágenes de la devastación. También el testimonio de una israelí que tiene a 6 de sus familiares secuestrados en Gaza desde el sábado 9. En Democracy Now.

 

Testimonio de Maha Hussaini, corresponsal de Middle East Eye en Gaza:

 

PROGRAMAS de Inside Story, en Al Jazeera (media hora de duración):
Israel-Palestine conflict and the Gaza war
Is international law to protect civilians ignored in Gaza’s war?
What has been the effect of Western policy on Palestine and Israel?

 

 

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La ocupación colonial y el apartheid son la causa profunda de la violencia

 

Declaración de la Campaña Espacios Libres de Apartheid – Uruguay

 


«Detrás de todo esto está la arrogancia israelí. Pensamos que tenemos permiso para hacer cualquier cosa y suponer que nunca pagaremos, ni seremos castigados. Y pensamos que seguiremos y nada nos interrumpirá. Arrestaremos, mataremos, abusaremos, despojaremos, protegeremos a los colonos y sus pogromos, iremos a [los territorios palestinos] y por supuesto a [la Explanada de las Mezquitas] —más de 5.000 colonos judíos sólo en Sucot—. Dispararemos a inocentes, les arrancaremos los ojos y les destrozaremos la cara, les expulsaremos, expropiaremos, robaremos, los arrancaremos de sus camas, les someteremos a limpieza étnica y, por supuesto, continuaremos con el increíble bloqueo a Gaza. Y supondremos que todo seguirá como si nada.» Gideon Levy (Haaretz, 8/10/23)

 

Lamentamos profundamente la destrucción y pérdida de vidas humanas, israelíes y palestinas por igual. También afirmamos que los hechos presentes deben ser puestos en contexto y en perspectiva. La comunidad internacional podría haber evitado esta escalada sangrienta, y décadas de sufrimiento palestino, poniendo algún tipo de freno o sanción a los constantes crímenes de guerra y de lesa humanidad israelíes. En cambio, durante más de medio siglo ha permitido que Israel continúe y profundice su ocupación, robo y colonización del territorio palestino con total impunidad, y que imponga un intolerable régimen de apartheid entre el Mediterráneo y el Jordán, denegando los derechos fundamentales a la mitad de la población que vive bajo su dominio.

Del pueblo palestino se espera siempre que sea una víctima dócil y paciente. Desde hace 75 años, cuando fue despojado y expulsado de su tierra en la limpieza étnica que culminó en la implantación del Estado de Israel sobre las ruinas de Palestina, ha estado esperando que Occidente reconozca su derecho a luchar para recuperar su patria y retornar a ella. Cuatro generaciones de palestinos y palestinas han visto pasar gobiernos, cumbres y resoluciones de la ONU, sin que ninguna de ellas fuera acompañada de la voluntad política y las medidas concretas para terminar con la impunidad de los crímenes israelíes. 30 años después de los tramposos Acuerdos de Oslo, hoy el pueblo palestino tiene menos libertad, menos justicia, menos igualdad y menos territorio que antes.

En Gaza, la prisión a cielo abierto más grande del mundo, dos millones de personas –la mitad de ellas menores de edad– están sometidas desde hace 16 años a un férreo bloqueo israelí por aire, tierra y mar (sin electricidad, ni agua, ni medicamentos ni suministros básicos) y a bombardeos periódicos, todo lo cual ha creado una crisis humanitaria. Los menores de 20 años nunca han salido de Gaza, pero han vivido ya cuatro ataques israelíes que devastaron sus vidas y borraron del mapa familias y barrios enteros. Quienes hoy denuncian la pérdida de vidas civiles en Israel no hicieron nada por las miles de vidas civiles palestinas que diariamente se cobra la violencia de la ocupación colonial israelí, incluyendo las sangrientas invasiones de este año a populosos campos de refugiados de Cisjordania.

En el último año, especialmente, el pueblo palestino ha visto cómo la comunidad internacional ha reconocido el legítimo derecho del pueblo ucraniano a resistir la ocupación rusa, le ha dado todo el armamento posible para defenderse y ha impuesto sanciones draconianas a Rusia desde el primer día, mientras permite y apoya la ocupación israelí por más de medio siglo, y condena la legítima resistencia palestina como “terrorismo”. Esta doble moral ignora que incluso la ONU reconoce el derecho de los pueblos sometidos a dominación colonial o extranjera y a regímenes racistas a luchar por todos los medios, incluyendo las armas, para liberarse (Resolución 37/43 de la Asamblea General, 1982).

Desde que en diciembre de 2022 asumió el gobierno más racista y ultraderechista en la historia de Israel, la población palestina ha estado resistiendo una escalada de violencia sin precedentes por parte de soldados y colonos armados, incitada y dirigida desde el más alto nivel del gobierno israelí, integrado por ministros como Itamar Ben Gvir (juzgado en el pasado por terrorismo) y Bezalel Smotrich, que impulsa la expulsión de la población palestina y la expansión colonial. Este año –y antes del 7 de octubre– más de 200 palestinos/as fueron asesinados/as (incluyendo 48 niños y niñas), más de 450 viviendas palestinas fueron destruidas, comunidades enteras fueron desplazadas de sus tierras o soportaron verdaderos pogromos de colonos; hay 5200 personas detenidas (1264 de ellas sin cargo ni juicio), incluyendo 170 niños y adolescentes, arrancados de sus camas en violentos allanamientos nocturnos.

Además, ha soportado todo tipo de abusos y provocaciones en sus fechas y lugares más sagrados, como las incursiones de colonos fanáticos protegidos por las fuerzas de ocupación en el recinto de Al Aqsa, y ha visto cómo ni las imágenes del vandalismo y la destrucción en el interior mismo de su sagrada mezquita durante el mes de Ramadán suscitaban la sanción internacional. Y la población cristiana palestina también ha sufrido un aumento de las agresiones de los colonos fanáticos en Jerusalén.

Esto no es una guerra entre dos pueblos en igualdad de condiciones: hay un ocupante y un ocupado, un colonizador y un colonizado, un opresor y un oprimido. Israel no es la víctima sino el victimario. Más aún, según el derecho internacional humanitario, Israel no tiene derecho a defenderse del pueblo al que oprime, sino al contrario: como potencia ocupante, es responsable del bienestar del pueblo y el territorio que ocupa. Por eso los llamados a “ambas partes” a parar la violencia y sentarse a negociar deben reconocer que antes es necesario poner fin a la inmensa asimetría de poder, la arrogancia y la impunidad que han permitido a Israel sabotear sistemáticamente todos los esfuerzos de diálogo y avanzar en su apropiación incesante del territorio palestino y la expulsión de su población.

Esta operación de la resistencia palestina es la respuesta de un pueblo oprimido, ocupado, colonizado y bloqueado, a las constantes e intolerables provocaciones del actual gobierno extremista israelí, así como a décadas de violencia estructural y de violación de los más fundamentales derechos humanos y colectivos, incluyendo el derecho a la autodeterminación. Los pueblos que hemos conocido el colonialismo, el terrorismo de Estado y sus graves violaciones de derechos humanos no nos engañamos por la retórica de las potencias, que siempre se han aliado con el opresor.

Por último, reafirmamos nuestra solidaridad con el pueblo palestino y su derecho inalienable a existir en su tierra ancestral, y a luchar para liberarse de la opresión colonial, la ocupación militar y el apartheid.

 

Campaña Espacios Libres de Apartheid – Uruguay
campanaelauruguay@gmail.com
Montevideo, 9 de octubre de 2023

 

 

 

 

 

«Libertad» por el artista palestino Hazim Bitar.

 

En pocas palabras, Yanis Varoufakis habla de la responsabilidad de la comunidad internacional (y de Europa en particular) por no haber actuado hace tiempo para poner freno a los crímenes y masacres israelíes:

 

 

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La masacre en curso

Les invito a seguir consultando esta entrada que estoy actualizando regularmente con nuevos contenidos. 

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Mientras escribo estas líneas la violencia descomunal e ilimitada de la máquina de guerra israelí está cayendo sobre la población de Gaza (2.300.000 personas, la mitad de ellas menores de edad) bloqueada y encerrada en 360 km2, esta vez con más virulencia y letalidad que nunca, como venganza a la ofensiva de Hamas del fin de semana. Es la respuesta israelí -como de costumbre desmesurada- ante cualquier agresión palestina (y la desatada el sábado 7 no tiene precedentes). Se espera lo peor, y el horror que empezó en las comunidades israelíes ante el ataque sorpresivo de las milicias palestinas lideradas por Hamas parece que no tendrá fin en la Franja de Gaza.
El gobierno extremista israelí ordenó el cierre total de Gaza y ha cortado el suministro de alimentos, agua, electricidad, combustible, medicamentos o cualquier otro insumo. Todo parece que la decisión es el total exterminio. La población de Gaza no tiene a dónde huir ni dónde refugiarse, por eso estas medidas y bombardeos masivos son lo más parecido a un genocidio; y ciertamente, son el crimen de castigo colectivo según el derecho internacional humanitario. También ha bloqueado el movimiento palestino dentro de Cisjordania, y ha clausurado todos los checkpoints entre Cisjordania, Jerusalén y Palestina del ’48 (Israel). Esta decisión de encerrar y bombardear a toda la población de Gaza no es más que la materialización del viejo sueño sionista: aniquilar a la totalidad de la población palestina (para la cual nunca hubo lugar en el proyecto colonial sionista).
Ante este anuncio, y mientras rescatan cadáveres de niños, niñas, mujeres, ancianos y jóvenes de entre los escombros, la resistencia palestina ha anunciado que si continúa la masacre indiscriminada de población civil en Gaza, Hamas empezará a ejecutar a las y los rehenes capturados en suelo israelí durante la ofensiva del fin de semana. Se entró en una espiral de violencia que no se sabe cómo puede desarrollarse, y menos concluir. La presencia de la resistencia libanesa en la frontera norte de Israel/Palestina (donde tres combatientes de Hezbollah fueron abatidos por Israel), el papel de Irán y de otros potenciales actores cercanos y lejanos amenaza una internacionalización de la guerra de proporciones difíciles de estimar.
No es el mejor momento para hacer predicciones ni análisis concienzudos. Lo que sí es necesario es recordar que la violencia estructural, el terrorismo de Estado israelí de más de medio siglo es la causa profunda, original, de este infierno que se vive hoy. Y también son responsables directas las potencias occidentales que han permitido la impunidad y los crímenes israelíes más atroces durante décadas y décadas, y le han dado luz verde, además de ayuda militar, financiera, diplomática y mediática, ignorando todos los llamados palestinos y de organizaciones de derechos humanos internacionales para no hacerlo. El resultado está a la vista. El extremismo palestino es un producto del extremismo israelí y sus políticas y prácticas despiadadas.
Para tratar de hacer un poco de sentido de este horror, comparto algunas declaraciones y análisis que pueden echar algo de luz y sensatez sobre esta locura. Abajo, algunas lecturas recomendadas (en español e inglés).
Recomiendo seguir en vivo las coberturas de Al Jazeera English, Middle East Eye, The Electronic Intifada y a analistas, intelectuales y activistas desde Palestina y desde Gaza en particular. También Mondoweiss y +972 Magazine están haciendo una cobertura especial.

 

Al menos 700 israelíes y 430 palestinos murieron en las primeras jornadas de la guerra entre Israel y Hamas, Gerardo Leibner
¿Por qué ha estallado la asediada Franja de Gaza?, Mussa’ab Bashir Alzaiza
¿Qué guerra? Rodrigo Karmy
Imposible encarcelar a dos millones de personas sin esperar un precio cruel, Gideon Levy
La ruptura del confinamiento de Gaza, el cadáver israelí y la izquierda ante Palestina, Daniel Lobato

Pronunciamiento Acción Feminista Global en Solidaridad con el Pueblo Palestino (para firmar)
Pronunciamiento del movimiento BDS palestino: La complicidad occidental con la brutal violencia del apartheid israelí aumenta la resistencia palestina y la solidaridad internacional
Y después de condenar, ¿qué?, Santiago Alba Rico
We feel fear, anger and helplessness: all of Israel is in a state of war. But revenge is not the answer
, Orly Noy
My Israeli Friends: This is Why I Support Palestinians, Ilan Pappe
We stand against one another in pain and agony, Nadia Harhash
Al Aqsa Floods, Mazin Qumsiyeh
From hubris to humilliaton: The 10 hours that shocked Israel, Marwan Bishara
So, about Hamas, Helena Cobban

The West’s hypocrisy towards Gaza’s breakout is stomach-turning, Jonathan Cook
Support BDS to stop Israeli war crimes in Gaza, Haidar Eid

Israel massacres Palestinian families in Gaza reprisal strikes, Maureen Clare Murphy
Just another battle or the Palestinian War of Liberation?, Joseph Massad
US bears responsibility for Israel’s genocidal crimes, Ali Abunimah
The root of violence is oppression, Jewish Voice for Peace

 

Análisis y testimonios desde Gaza transmitidos en vivo el 9/10/23 en The Electronic Intifada (activar subtítulos en castellano):

Rashid Khalidi analiza la situación con Amy Goodman en Democracy Now:


Escuchar también en el mismo programa de Democracy Now a Orly Noy, Ofer Cassif y Raji Sourani.
Certeros comentarios de Mustafa Barghouti en CNN:

https://twitter.com/davidrkadler/status/1711103806002377167?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1711103806002377167%7Ctwgr%5E8de2eed7c81da8dc2128836edd6c0d6533d18b2c%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fmariaenpalestina.wordpress.com%2Fwp-admin%2Fpost.php%3Fpost%3D13436action%3Deditclassic-editor


Algunas imágenes de la destrucción en Gaza:

https://twitter.com/i/status/1711305322856378777

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Voces palestinas a 30 años de los Acuerdos de Oslo – 3

Esta es la tercera entrega, según anuncié en las dos anteriores (Voces palestinas a 30 años de los Acuerdos de Oslo – 1 y Voces palestinas a 30 años de los Acuerdos de Oslo – 2), sobre este aniversario que nos recuerda las tres décadas perdidas desde que la dirigencia palestina cayó en la trampa tendida por Israel y EE.UU. para desarticular la primera intifada, legitimar ante la comunidad internacional al régimen ilegal de ocupación colonial y apartheid israelí, y afianzar su control sobre la totalidad del territorio palestino.
Entre las muchas opciones posibles, he preferido priorizar voces palestinas jóvenes -y femeninas-, porque en los ambientes dominantes -y en especial en América Latina- suelen ser las menos conocidas y escuchadas. El escenario -incluso de solidaridad y simpatía con la causa palestina- está dominado, generalmente, por el obsoleto y falaz discurso oficial palestino, articulado precisamente para legitimar el proceso de Oslo.
Además de los artículos de Yumna Patel y de Inès Abdel Razek publicados antes, comparto a continuación el de Faris Giacaman, al que seguirá el siguiente:
Para la generación Oslo, la “paz” es una promesa vacía, por Yara Hawari
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Además, invito a leer (en inglés) otros materiales interesantes sobre el tema:
From Oslo to the end of Israeli settler-colonialism Joseph Massad
Norway, Oslo and the Palestinians: A rotten historyJoseph Massad
Entrevista de Meron Rappaport a Hanan Ashrawi 
Understanding Oslo is crucial for moving forwardMiko Peled
The Oslo trap: How the PLO signed its own death warrantRaef Zreik 
The shift: Oslo at 30Michael Arria
The contradictory afterlives of OsloDahlia Scheindlin
Oslo after thirty: A paradigm beyond partition  – Lex Takkenberg
The permit regime is Oslo’s enduring legacy. It must be abolished    Yael Berda

 

El presidente de la ANP, Mahmud Abbas, llega al campo de refugiados de Yenín el 12/7/2023, tras la mayor invasión militar israelí desde la segunda intifada. (Thaer Ganaim/APA Images).

 

Oslo vive. Muera Oslo

Treinta años después, el legado de Oslo ha dado lugar a dos mundos paralelos: uno que rechaza el orden que Oslo creó y otro que no se detendrá ante nada para preservarlo.

 

Faris Giacaman

 

En los últimos dos años un nuevo mundo ha surgido con la esperanza de desplazar al que le precedió. El viejo mundo se situaba en los restos de un movimiento de liberación nacional, ahora derrotado y lamiéndose las heridas supurantes desde el final de la segunda intifada. Ofrecía muchas justificaciones para normalizar su estado de decadencia: el objetivo de la “construcción del Estado”, la “paz económica”, el espíritu empresarial y el consumo.

El nuevo mundo es diferente. Se cansó de la narrativa que el viejo mundo seguía intentando venderle, que convertía la acción en resignación y el patriotismo en colaboración, incluso cuando la patria que afirmaba estar construyendo seguía encogiéndose ante sus ojos. El nuevo mundo nació del viejo porque rechazó enorgullecerse de la humillación, atreviéndose a resistir cuando la mayor parte de la sociedad se había convencido de que “existir era resistir” y nada más.

Ya estaban surgiendo atisbos de este mundo hace casi una década, a tropezones: desde la “intifada de los cuchillos” de 2015 y el posterior auge de las operaciones de “lobos solitarios” [acciones violentas individuales], la creación de un procomún subversivo en Jerusalén y las múltiples “revueltas populares” en Cisjordania, Jerusalén y otras partes. En su momento, tuvo muchos detractores palestinos, que calificaron los actos de resistencia que surgían como inútiles, contraproducentes o incluso trágicos, lamentando que los jóvenes descontentos estuvieran “desperdiciando sus vidas” en vano. Este estribillo común se hizo más difícil de repetir después de 2021, cuando la población palestina entera «del río al mar» [entre el Mediterráneo y el Jordán] se levantó en un momento fugaz de rebelión colectiva. Pero, al igual que sus predecesores, el levantamiento se disipó o fue sofocado sumariamente por las autoridades coloniales.

Tras ese “levantamiento de la dignidad”, el nuevo mundo emergió plenamente en Yenín y Nablus. Los jóvenes palestinos se volcaron a la resistencia armada por primera vez desde la segunda intifada –al parecer en repudio a quienes les consideraban parte de la “Generación Oslo”– y pusieron manos a la obra en forjar bastiones para sus incipientes movimientos armados. La historia del campo de refugiados de Yenín como refugio de la lucha armada significó que pronto se convertiría en terreno hostil, tanto para el régimen de Oslo [la ANP] como para el colonizador. Nablus no pudo establecer el mismo tipo de espacio semiautónomo, pero captó la imaginación de una generación que hizo posible la continuación de la resistencia más allá de las operaciones de asesinatos, detenciones y represión.

Durante un tiempo, el viejo mundo permaneció en silencio, observando el nacimiento del nuevo mundo y esperando que se desvaneciera y muriera por sí solo, o que el régimen colonial lograra aniquilarlo. Pero tras un año de implacable campaña de contrainsurgencia israelí, la resistencia no sólo sobrevivió al exterminio, sino que siguió extendiéndose. Ahora, el nuevo mundo brotó en lugares como el campo de refugiados de Aqabat Jabr, en Jericó, o los campos de refugiados de Nur Shams y Tulkarem, en Tulkarem.

El nuevo mundo no pensaba irse a ninguna parte. En su segundo año de existencia, la capacidad defensiva de la resistencia armada en Yenín empezó a crecer, haciendo uso de artefactos explosivos improvisados cada vez más sofisticados durante las incursiones del ejército en el mujayyam [campo de refugiados]. En un incidente, la resistencia consiguió derribar un vehículo blindado de transporte de tropas de última generación. Esto preocupó lo suficiente a las autoridades coloniales como para que su ejército lanzara una invasión a gran escala del mujayyam durante dos días a principios de julio, con el objetivo de asestar un golpe a lo que denominó la “infraestructura del terror”. La invasión se saldó con la confiscación de un puñado de rifles y laboratorios de artefactos explosivos improvisados y un soldado muerto de la unidad de élite Egoz, mientras que el grueso de las fuerzas de combate de la resistencia de Yenín permaneció intacto.

La resistencia pudo evitar el exterminio y, sobre todo, preservar su capacidad de resistencia. Sin embargo, la operación de Yenín no había terminado; su segunda fase, no oficial, no había hecho más que empezar y debía ser llevada a cabo por los guardianes del viejo mundo. Pero el nuevo mundo se resistió. Expulsó a una delegación de Fatah del funeral de los mártires de la invasión de Yenín y los manifestantes confrontaron a las fuerzas de seguridad de la ANP tras la retirada israelí. Para no dejarse amilanar, en los días siguientes el viejo mundo hizo una demostración de fuerza imponiendo su presencia en el mujayyam y alrededores y entrando como embajador de la reconstrucción y la ayuda. A continuación, emprendió una campaña de detenciones de combatientes de la resistencia, decidido a limitar el alcance del nuevo mundo y a preservar su relevancia y utilidad a los ojos de sus patrones coloniales.

Esa campaña ha continuado hasta hoy, y se ha visto subrayada por la noticia de que Estados Unidos envió recientemente un cargamento de armas y vehículos blindados a la ANP, presumiblemente para ayudarla a recuperar el control de Cisjordania.

Una lucha entre dos mundos

Ahora estos dos mundos existen simultáneamente. Durante un tiempo existieron en paralelo y no se cruzaban, pero a medida que el nuevo mundo siguió expandiéndose –tanto sobre el terreno como en las mentes de la juventud palestina– significó el rechazo de Oslo y del mundo que creó. El resultado es la aparición de dos modos distintos de ser en la sociedad palestina: uno basado en la insistencia en continuar una vida de consumo y “normalidad” de papel mojado, y el otro caracterizado por la exposición constante a la realidad cotidiana de la invasión colonial y la muerte de amigos y seres queridos, y el deseo de vengarlos.

A menudo, la gente experimenta ambos modos de existencia simultáneamente en una contradicción demencial. Algunas personas eluden esa contradicción refugiándose en una forma de escapismo incómodo. Otras que disponen de medios se instalan en una existencia cómoda e insular de clase media; y quienes no disfrutan del mismo lujo pueden conformarse con una trayectoria más precaria pero igualmente escapista. Y otras siguen optando por luchar y rechazar todo eso; sus nombres y rostros están estampados en afiches y collares.

No obstante, el problema con las características del mundo de Oslo es que, aunque ha conseguido atrapar a la población en una red de dependencia y en el ciclo de consumismo que ha creado, sigue siendo impotente e incapaz de proteger a esa misma gente de los pogromos de los colonos y de la depredación colonial. En su estructura está integrada la domesticación de la clase política palestina y, junto con ella, de sus medios de autodefensa. Esto se puso de manifiesto de forma más sorprendente en las súplicas del presidente de la ANP a la comunidad internacional en mayo para que “nos proteja” como se protegería a “un animal”, y en el reproche furioso al primer ministro de la ANP por parte de un anciano en Turmusayya –“¡Protéjannos o ármennos!”– tras un pogromo de colonos en junio.

El viejo mundo sólo podía resistir un tiempo. El nuevo mundo surgió por necesidad, y seguirá surgiendo de distintas formas, aun si las actuales formaciones de la resistencia son sofocadas y reprimidas. Pero las estructuras que mantienen unido al viejo mundo –apuntaladas por la alianza del capital, el clientelismo y el totalitarismo– permanecen. Han demostrado ser duraderas frente a la rabia de esta generación, y confían en durar más que ella; pero esa esperanza sigue siendo una apuesta, porque la rabia, y el nuevo mundo que ella crea, seguirán estallando mientras la realidad colonial persista y nos siga arrebatando a los amigos.

 

Publicado en Mondoweiss el 13/9/23. Traducción: María Landi.

 

Publicado en Acuerdos de Abrahán, Acuerdos de Oslo, autodeterminación, Autoridad Palestina, colonialismo de asentamiento, Colonias Israelíes ilegales, Generación Oslo, Intifada, Intifada de la unidad, Lucha armada, Nablus, Normalización, Proceso de paz, Violencia de los colonos, Yenín | Etiquetado , , , , | Deja un comentario

Voces palestinas a 30 años de los Acuerdos de Oslo – 2

Esta es la segunda entrega, según anuncié en la anterior (Voces palestinas a 30 años de los Acuerdos de Oslo – 1), sobre este aniversario que nos recuerda las tres décadas perdidas desde que la dirigencia palestina cayó en la trampa tendida por Israel y EE.UU. para desarticular la primera intifada, legitimar ante la comunidad internacional al régimen ilegal de ocupación colonial y apartheid israelí, y afianzar su control sobre la totalidad del territorio palestino.
Entre las muchas opciones posibles, he preferido priorizar voces palestinas jóvenes -y femeninas-, porque en los ambientes dominantes -y en especial en América Latina- suelen ser las menos conocidas y escuchadas. El escenario -incluso de solidaridad y simpatía con la causa palestina- está dominado, generalmente, por el obsoleto y falaz discurso oficial palestino, articulado precisamente para legitimar el proceso de Oslo.
Además del artículo de Yumna Patel publicado antes, comparto a continuación el de Inès Abdel Razek (que concluye con tres recomendaciones concretas sobre lo , al que seguirán los siguientes:
Oslo vive. Muera Oslo, por Faris Giacaman
Para la generación Oslo, la “paz” es una promesa vacía, por Yara Hawari
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Además, invito a leer (en inglés) otros materiales interesantes sobre el tema:
From Oslo to the end of Israeli settler-colonialism Joseph Massad
Entrevista de Meron Rappaport a Hanan Ashrawi 
Understanding Oslo is crucial for moving forwardMiko Peled
The Oslo trap: How the PLO signed its own death warrantRaef Zreik 
The shift: Oslo at 30Michael Arria
The contradictory afterlives of OsloDahlia Scheindlin
Oslo after thirty: A paradigm beyond partition  – Lex Takkenberg

 

El flamante Presidente de la ANP Yasser Arafat llega a Gaza en 1994. (Moshe Shai/Flash90)

 


Pertenezco a la generación Oslo, criada en la mentira de la “paz”

La comunidad internacional debe reconocer la inutilidad del marco del “proceso de paz”, que garantiza a Israel impunidad para su robo de tierras palestinas


Inès Abdel Razek

 

El mundo entero fue testigo del histórico apretón de manos entre Yasser Arafat e Isaac Rabin en el jardín de la Casa Blanca, junto a Bill Clinton, hace exactamente 30 años, un momento considerado uno de los acontecimientos geopolíticos fundamentales del siglo XX.

Yo tenía entonces cinco años, vivía en Francia y lo recuerdo principalmente por la televisión, y más tarde por los libros de historia.

Poco después, mi familia se trasladó a Gaza, ya que mi padre, refugiado palestino, pudo por fin entrar en su país por primera vez, junto a otros miles de palestinos y palestinas. Nuestra vuelta a casa coincidió con el regreso del difunto Yasser Arafat.

Etiquetada infamemente como la “Generación Oslo”, formada por palestinos/as de entre 30 y 40 años, somos hijas e hijos de los negociadores o de los líderes de la primera Intifada. Toda nuestra vida ha estado marcada por las decisiones tomadas en secreto entre los entonces dirigentes de la OLP y el gobierno israelí.

Durante esas tres décadas, se nos animó –y se nos sigue animando– a participar en los llamados “coros de paz”, campamentos de verano u otras instancias de “diálogo” para mezclarnos con los israelíes. Esas instancias, de hecho, sólo hacían que ellos y ellas se sintieran bien consigo mismos; los mismos israelíes que después servían en el ejército, sin luchar contra el sistema racista y colonial del que formaban parte.

Hemos sido testigos de la construcción de un muro de apartheid de 700 km, que separa a vecinas y amigos de sus familiares o de sus árboles frutales. Hemos visto la fragmentación y el bloqueo de nuestras ciudades, rodeadas como están de puestos de control militares. Y hemos visto el crecimiento exponencial de las colonias judías y las carreteras segregadas, que convierten cada viaje en coche en una empresa peligrosa.

Este llamado “proceso de paz” –con acuerdos provisionales que se suponía que sólo durarían cinco años– de hecho ha otorgado a Israel carta blanca para ampliar su control y expansión coloniales, al tiempo que impone su dominación racista de apartheid sobre la población palestina.

Cumbres inútiles

Esta desilusión condujo a la segunda Intifada y a la rebeldía masiva que vemos hoy entre las generaciones más jóvenes. El resentimiento apunta en gran medida hacia los gobernantes palestinos, que siguieron aceptando cumbres de paz y rondas de negociaciones inútiles, mientras nos imponían su propio sistema de sometimiento.

El proceso de Oslo estaba intrínsecamente condenado al fracaso desde el principio. Cimentó la idea de que las negociaciones bilaterales en el marco de una agenda liberal de “consolidación de la paz” eran una vía política viable, en contraposición a la búsqueda de la paz mediante la descolonización, el fin de la ocupación militar y la defensa de los derechos humanos y colectivos de acuerdo con el derecho internacional.

En primer lugar, las negociaciones nunca se llevaron a cabo de buena fe, y el desequilibrio de poder siempre iba a favorecer a Israel. El ex negociador israelí Yossi Beilin reconoció recientemente que el mayor error cometido por los palestinos fue creer en el compromiso de Israel de congelar la construcción de colonias.

Rabin, en su discurso de 1995 ante la Knesset sobre los Acuerdos de Oslo, indicó que la “solución permanente” implicaría “el establecimiento de colonias en Judea y Samaria” [Cisjordania], y la construcción de asentamientos coloniales continuó durante los períodos de negociación.

Los negociadores israelíes también evitaron referirse al derecho internacional, excepto como “base para futuras negociaciones”, eludiendo así cualquier responsabilidad o compromiso firme de poner fin a la ocupación y respetar los derechos palestinos. Hasta el día día de hoy, Israel no ha reconocido al pueblo palestino como grupo nacional ni ha reconocido nuestro derecho a la autodeterminación.

En segundo lugar, el pueblo palestino fue excluido de las negociaciones secretas, y los negociadores palestinos estaban mal preparados para garantizar que se cumplieran sus demandas. De hecho, la Autoridad Palestina (AP), creada en virtud de los Acuerdos, fue diseñada para desempeñar un papel de contrainsurgencia en la pacificación y el control de los palestinos, en lugar de actuar como la entidad soberana que nos conduce a la libertad y la independencia.

La OLP cambió así la lucha por la liberación palestina por un autogobierno limitado dentro de nuestra tierra, totalmente dependiente de Israel.

La AP actúa ahora como ejecutor local de nuestra propia subyugación, con una clase dirigente que intensifica la represión contra la juventud disidente que ha perdido la confianza en la capacidad de su sistema de gobierno para liberarnos de la opresión.

La farsa de las negociaciones bilaterales

En tercer lugar, cualquier proceso mediado por Estados Unidos, y apoyado por sus aliados occidentales, estaba condenado a favorecer los intereses israelíes.

Como señaló en 2019 el ex ministro de Exteriores egipcio Nabil Fahmy, la administración de Bill Clinton “borró la distinción entre los intereses y prioridades estadounidenses e israelíes”. En la actualidad, EEUU sigue siendo el principal patrocinador del ejército israelí, al que provee 3.800 millones de dólares anuales.

Desde 1972, EEUU ha vetado más de 44 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que condenaban las acciones ilegales israelíes, contribuyendo a la cultura de impunidad en la que opera Israel en la actualidad. Estas acciones nocivas continúan hoy con la promoción de la normalización árabe con Israel a través de los Acuerdos de Abraham.

Las pocas veces que la AP han intentado alejarse de la farsa de las negociaciones bilaterales, como al recurrir a las convenciones de la ONU o a la Corte Penal Internacional (CPI), Israel y sus aliados las han tachado de medidas “unilaterales” que “perjudicarían la paz”, culpando a las víctimas –los palestinos– de ser quienes rechazan siempre las ‘ofertas de paz’.

A menudo me preguntan si la solución de los dos Estados está muerta, o si abogamos por la solución de un solo Estado. Esto pasa por alto la pregunta crucial y necesaria para avanzar. La fijación en la cuestión del Estado y la defensa ‘de boquilla’ de la solución de dos Estados ha desempoderado a nuestro pueblo, ha consolidado los aparatos burocráticos y de seguridad y ha blanqueado los crímenes israelíes.

La verdadera pregunta debería ser: ¿cómo podemos lograr una paz justa y un futuro de libertad en todo el territorio de la Palestina histórica? No es razonable esperar que el pueblo palestino esté dispuesto a negociar su libertad y sus derechos fundamentales.

Necesitamos que la comunidad internacional modifique su enfoque y reconozca la necesidad de un cambio radical en la dinámica de poder.

En primer lugar, debe reconocer la inutilidad e insuficiencia del encuadre del “proceso de paz” y, en su lugar, concentrarse en un proceso político centrado en la realización de los derechos humanos.

Debe apoyar los esfuerzos palestinos por recuperar su sistema político y su representación, promoviendo la construcción de consenso entre todos los segmentos de la sociedad.

Y lo que es más importante, debe exigir responsabilidades a Israel por sus crímenes y poner fin al comercio, la cooperación y las alianzas amistosas con uno de los pocos regímenes coloniales que quedan en la Tierra.

Publicado en Middle East Eye el 12/9/2023. Traducción: María Landi.
Leer también de la autora un análisis exhaustivo y contundente publicado en este blog cuando se cumplieron 30 años de la Conferencia de Madrid: Treinta años después: la artimaña del Proceso de Paz en Oriente Medio.

 

 

 

 

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Voces palestinas a 30 años de los Acuerdos de Oslo – 1

Pese al anuncio reciente (ver Aviso sobre este blog), ocasionalmente seguiré publicando contenidos relevantes. Este mes, por ejemplo, se ha destacado por la infinidad de artículos de análisis y opinión sobre este aniversario que nos recuerda las tres décadas perdidas desde que la dirigencia palestina cayó en la trampa tendida por Israel y EE.UU. para desarticular la primera intifada, legitimar ante la comunidad internacional al régimen ilegal de ocupación colonial y apartheid israelí, y afianzar su control sobre la totalidad del territorio palestino.
Entre las muchas opciones posibles, he preferido priorizar voces palestinas jóvenes -y femeninas-, porque en los ambientes dominantes -y en especial en América Latina- suelen ser las menos conocidas y escuchadas. El escenario, incluso de solidaridad y simpatía con la causa palestina, está dominado, generalmente, por el obsoleto y falaz discurso oficial palestino, articulado precisamente para legitimar el proceso de Oslo.
Además del artículo de Yumna Patel que traduje y publico a continuación, en sucesivas entradas publicaré (traducidas) las siguientes reflexiones y artículos:
Pertenezco a la generación Oslo, criada en la mentira de la “paz”, por Inès Abdel Razek
Oslo vive. Muera Oslo, por Faris Giacaman
Para la generación Oslo, la “paz” es una promesa vacía, por Yara Hawari
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Además, invito a leer (en inglés) otros materiales interesantes sobre el tema:
From Oslo to the end of Israeli settler-colonialism Joseph Massad
Entrevista de Meron Rappaport a Hanan Ashrawi 
Understanding Oslo is crucial for moving forwardMiko Peled
The Oslo trap: How the PLO signed its own death warrantRaef Zreik 

The shift: Oslo at 30Michael Arria
The contradictory afterlives of OsloDahlia Scheindlin
Oslo after thirty: A paradigm beyond partition  – Lex Takkenberg

 


Fueron planeados para derrotarnos”. Reflexiones palestinas
a 30 años de los Acuerdos de Oslo

 

Aunque los Acuerdos de Oslo y sus signatarios hicieron muchas promesas al pueblo palestino, en realidad dividieron Palestina en bantustanes y guetos, con una autonomía limitada, en una minúscula porción de su territorio.

Yumna Patel

El 13 de septiembre de 1993, el primer ministro israelí Isaac Rabin y el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Yasser Arafat se estrechaban la mano ante un eufórico presidente estadounidense Bill Clinton en el jardín de la Casa Blanca. La imagen de ese apretón de manos se convirtió en una de las más famosas de todos los tiempos, y representa uno de los momentos decisivos de la historia palestina reciente.

Ese día se firmó la Declaración de Principios (DP), o el primer Acuerdo de Oslo (Oslo I), dando el pistoletazo de salida al llamado proceso de paz que debía culminar con la “paz” en la región y resolver el llamado “conflicto”.

Pero los Acuerdos de Oslo nunca prometieron realmente un Estado palestino independiente, ni siquiera algo que se le pareciera remotamente. En realidad, dividieron el territorio palestino ocupado en bantustanes, dándole al pueblo palestino una autonomía limitada en una minúscula porción de su patria. Oslo allanó el camino para que Israel engullera más tierras y recursos palestinos, y reforzara su control sobre las fronteras y las personas que viven dentro de ellas.

Ni siquiera las promesas que se hicieron –el freno a la construcción de colonias, la retirada israelí de ciertas zonas del territorio ocupado y la eventual transferencia del control de Cisjordania a la Autoridad Nacional Palestina (ANP)– llegaron a cumplirse.

Hoy se cumplen 30 años de la firma de los primeros Acuerdos de Oslo. Y aunque las negociaciones sobre el estatuto definitivo de Palestina han fracasado repetidamente durante tres décadas, los Acuerdos de Oslo han seguido en vigor, creando sobre el terreno una situación singular para el pueblo palestino.

La ANP, que fue creada como gobierno provisional, se ha convertido en permanente, y sus dirigentes no han cambiado en 17 años. Tanto la ANP, dominada por Fatah en Cisjordania, como Hamás en Gaza, se han convertido en regímenes autoritarios, lo que ha llevado a la mayor parte de la juventud palestina a afirmar que sus autoridades son “subcontratistas de la ocupación israelí”.

Por su parte, Israel ejerce un control más estricto que nunca sobre la vida y la tierra palestinas, con Gaza sometida a un férreo bloqueo y Cisjordania dividida en pequeños cantones o “bantustanes”, como dicen los analistas.

Cada año que pasa el régimen israelí se ha vuelto cada vez más derechista, batiendo sus propios récords de violencia contra las comunidades palestinas y de construcción de colonias ilegales en lo más profundo de Cisjordania y Jerusalén ocupadas.

Decir que la realidad sobre el terreno es desesperante sería quedarse corto. Y muchos jóvenes palestinos, que crecieron a la sombra de los acuerdos y de todas sus falsas promesas, culpan a “Oslo” (como se les llama localmente) por la situación en la que se encuentran hoy.

Preparando el terreno

Antes de aquel fatídico día de 1993 en el jardín de la Casa Blanca, pasaban muchas cosas tanto dentro como fuera de Palestina. Entre 1987 y 1993, las calles palestinas estaban convulsionadas; habían pasado dos décadas desde que Israel ocupara Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza, y la gente estaba harta. La “primera Intifada” o levantamiento palestino tomó a Israel y al mundo por sorpresa: una campaña de desobediencia civil masiva arrasó el país y desembocó en años de protestas, con la consiguiente y brutal represión israelí.

A pesar de la violencia que asolaba las calles palestinas, la gente albergaba la esperanza de que enfrentando a la ocupación podrían cambiar su realidad. Entonces, en otoño de 1991, el mundo se reunió en Madrid para una “conferencia de paz”; patrocinada por EEUU y la Unión Soviética, era la primera vez que Israel y los palestinos iban a entablar negociaciones directas.

Pero la OLP, reconocida internacionalmente como representante del pueblo palestino, operaba en el exilio desde Túnez y se le prohibió asistir a la conferencia. En su lugar, se encargó a una delegación conjunta jordano-palestina que representara al pueblo palestino.

La Dra. Hanan Ashrawi fue una de las asesoras de la delegación. “Fuimos con un sentido de misión, de que estábamos representando a un pueblo que tiene dignidad, que tiene derechos, que tiene coraje, que ha desafiado esta ocupación militar. Y vamos a presentarnos al mundo, y vamos a obtener nuestros derechos”, dijo Ashrawi a Mondoweiss, reflexionando sobre el momento histórico que la lanzó a la escena mundial. “Fue un periodo, aunque de corta duración, de esperanza, optimismo y confianza, quizá de ingenuidad, si se quiere”, añadió.

La conferencia de Madrid sentó las bases para años de negociaciones de paz facilitadas por Washington y Moscú. A pesar de sus defectos, quienes participaron en la conferencia de Madrid, como Ashrawi, parecían esperanzados en que las negociaciones pudieran conducir realmente a alguna parte. “Y cuando volvimos, la gente creía que podríamos lograr la liberación mediante un proceso político; pero después esas esperanzas se desvanecieron por completo.”

Negociaciones a puerta cerrada

En los meses posteriores a la conferencia de Madrid, mientras en el escenario mundial se celebraban negociaciones públicas, otro tipo de negociaciones tenían lugar a puerta cerrada entre dos socios inverosímiles: en Oslo, Israel y la OLP entablaron conversaciones a puerta cerrada que desembocaron en una conciliación sin precedentes.

La OLP, una organización de liberación armada, reconoció el Estado de Israel y su “derecho a existir en paz y seguridad”. A cambio, Israel reconoció a la OLP como “representante del pueblo palestino”, sin llegar a reconocer realmente su derecho a la soberanía.

Tras meses de negociaciones secretas, Rabin y Arafat se dieron la mano en septiembre de 1993, tras la firma de los primeros Acuerdos de Oslo. La decisión conmocionó a muchos palestinos y palestinas, incluyendo quienes llevaban años participando en negociaciones públicas, y que al parecer desconocían el acuerdo secreto que se estaba materializando entre bastidores.

“La firma de la DP fue una verdadera decepción”, dijo Ashrawi a Mondoweiss. “No me molestó ni me perturbó que hubiera conversaciones a puerta cerrada de las que no formáramos parte, ni que se firmara a nuestras espaldas. Dije abiertamente que no me importaba quién lo firmara o quién lo negociara. Me importa lo que hay en él, lo que hay en el acuerdo.”

Cuando Ashrawi leyó el acuerdo, dijo que estaba “extremadamente decepcionada” y preocupada por lo que describió como “defectos incorporados”, que en aquel momento dijo que creía que acabarían volviéndose en contra de los intereses palestinos. “Porque [los acuerdos] no cuestionaban la realidad de la ocupación ni abordaban las cuestiones fundamentales, las causas del conflicto en sí. Se excluyó la totalidad de la experiencia palestina. Se mantuvo la fragmentación, se mantuvo el enfoque por fases, se mantuvo el control efectivo israelí sobre el terreno, y todas las cuestiones aplazadas no tenían garantías, ni supervisión.”

La Dra. Yara Hawari, analista política del think tank palestino Al-Shabaka, afirmó que los Acuerdos de Oslo “siempre estuvieron preparados para fracasar”. “[Se crearon] para que el pueblo palestino saliera perdiendo en lo que supuestamente eran negociaciones de paz, y tres décadas después hemos visto que en realidad han significado una capitulación total.”

¿Qué decían los Acuerdos?

Los Acuerdos de Oslo fueron una serie de documentos firmados entre 1993 y 1995 que sentaron las bases de un supuesto proceso de paz que, a lo largo de cinco años, debía culminar en un tratado de paz que pusiera fin al “conflicto” palestino-israelí. ¿Qué decían exactamente esos acuerdos? ¿Y por qué fueron tan controvertidos?

“Al pueblo palestino se le dijo que sería un proceso de paz y que, durante un periodo de transición, le conduciría hacia una eventual condición de Estado. Y se diseñó como un proceso por fases, de modo que en cada etapa se le iría concediendo más soberanía”, dijo Hawari. “Pero en realidad, lo que vimos fue que Cisjordania fue totalmente dividida en bantustanes; la Franja de Gaza y Cisjordania fueron totalmente separadas entre sí; la dirigencia palestina fue convertida en un órgano con funciones de servicio; y se privó al pueblo palestino de una autonomía plena.”

Aunque trazaban acuerdos económicos y de seguridad, y la creación de una ANP provisional con una autonomía limitada en Cisjordania y Gaza, los Acuerdos nunca llegaron a abordar ninguna de las cuestiones fundamentales que determinan la vida y la lucha palestinas: las fronteras de su futuro Estado, el retiro de las colonias ilegales israelíes de Cisjordania, el regreso de la población palestina refugiada a sus hogares y el estatuto de Jerusalén como su futura capital. Nunca hubo realmente intención de aceptar ningún tipo de soberanía o autodeterminación para el pueblo palestino.

Las consecuencias

En los años posteriores a la firma de la DP, la nueva ANP se puso en marcha, formó su gobierno provisional y dio la bienvenida a cientos de compatriotas que vivían en el exilio. Pero en 1999, cuando finalizó el periodo provisional de cinco años previsto en los Acuerdos, poco se había logrado en cuanto a las negociaciones sobre el estatuto definitivo del país.

Israel no había cumplido su promesa de retirarse totalmente de zonas de Cisjordania y Gaza y, a pesar de sus promesas de hacer un alto, seguía construyendo más y más colonias exclusivamente judías sobre tierras palestinas.

Y en 2000, incitada por la incendiaria visita de Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas, estalló la “segunda Intifada”. El ejército israelí reocupó toda Cisjordania, y los años siguientes estuvieron marcados por detenciones y asesinatos masivos y la construcción de un muro ilegal que separó a familias y comunidades y anexionó más tierras palestinas. Los restos que pudieran quedar del proceso de paz se desvanecieron.

Las colonias y la contracción del espacio

En medio de la segunda Intifada, los intentos de EEUU de reactivar el proceso de paz con la cumbre de Camp David en 2000 resultaron inútiles. Sin embargo, aunque el proceso de paz estaba muerto, el marco establecido por los Acuerdos de Oslo siguió vigente. Eso significó que se mantuvo el gobierno palestino que debía ser temporal, pero sin un Estado independiente al que gobernar. Mediante la fuerza militar, Israel siguió controlando las fronteras, los recursos naturales palestinos y, de hecho, las vidas de millones de personas.

“La promesa clave de Oslo era el Estado palestino, y sabemos que obviamente no se ha logrado”, dijo Hawari a Mondoweiss. “En su lugar, lo que vemos son estos pequeños nichos de falsa autonomía en Cisjordania. También se hicieron muchas otras promesas relacionadas con la economía, con el control de los recursos, y en realidad ninguna de ellas se ha cumplido. El único que ha salido ganando con los Acuerdos es el régimen israelí, que ahora controla Cisjordania en su totalidad, mantiene a Gaza bloqueada, y básicamente ha saqueado todos los recursos palestinos. Y esto se estableció en los Acuerdos de Oslo.”

En los años que siguieron a la firma de los Acuerdos de Oslo, la población palestina fue testigo de cómo sus espacios se reducían rápidamente, a medida que Israel avanzaba en la construcción de vastos asentamientos coloniales en lo más profundo de Cisjordania y de Jerusalén ocupadas. Entre la firma de los Acuerdos de Oslo y el estallido de la primera Intifada, el número de colonos israelíes en Cisjordania aumentó casi un 100%.

En el año 2000, la población colona en Cisjordania era poco más de 190.000 personas. Hoy, hay más de 500.000 colonos ilegales asentados en el territorio palestino, en violación del derecho internacional.  Incluyendo a la que vive ilegalmente en Jerusalén Este, la población colona en los territorios palestinos ocupados ha superado las 700.000 personas.

Ese aumento de la población colona, combinado con un gobierno israelí de extrema derecha, ha supuesto un incremento significativo de la violencia colonial y ha dejado a la población civil palestina en primera línea. En los primeros ocho meses de 2023, la ONU documentó más de 700 ataques de colonos armados. Los ataques han provocado daños en viviendas, propiedades, tierras de cultivo, lesiones físicas e incluso muertes.

Debido a la fragmentación territorial establecida en los Acuerdos de Oslo, la ANP y sus fuerzas de seguridad sólo tienen jurisdicción sobre el 18% de Cisjordania, lo que significa que, ante un ataque de los colonos, la gran mayoría de la población civil palestina queda abandonada a su suerte.

Una juventud desilusionada

Tras los Acuerdos de Oslo nació una nueva generación palestina que se conocería como la “Generación Oslo”, y que creció marcada por las falsas promesas y la pérdida de la vida, la tierra y el poder de elegir su propio futuro.

“Somos testigos a diario de cómo matan y detienen a nuestros familiares y amigos. Nos humillan en los controles militares cada vez que intentamos salir o entrar en nuestras ciudades o pueblos. Y vemos cómo expulsan a nuestra gente de sus tierras mientras se construyen cada vez más colonias en su lugar”, declaró a Mondoweiss Zaid Amali, activista palestino de Ramala.

Al preguntarle qué pensaba de que los dirigentes palestinos e internacionales siguieran promoviendo la solución de los dos Estados y las “negociaciones de paz” en la escena mundial, Amali respondió: “Puede que les resulte más cómodo aferrarse a ese marco, pero es muy poco realista, e ingenuo, seguir aferrándose a él porque Israel ha destruido sistemáticamente la solución de dos Estados. Y a nosotros también nos parece insultante e irrespetuoso seguir hablando de esto en teoría, cuando en realidad, sobre el terreno, lo que está ocurriendo es todo lo contrario.”

En los 30 años transcurridos desde la firma de los primeros acuerdos, la ANP, que debía ser un gobierno provisional, se ha convertido en permanente. Y sin embargo en estas tres décadas sólo se han celebrado elecciones dos veces. Todos los intentos realizados en los últimos 16 años para realizar elecciones o reanudar las conversaciones de reconciliación entre las facciones políticas rivales han sido malgastados.

Los dirigentes de la ANP en Cisjordania y los de Hamás en Gaza han consolidado el poder en manos de unas pocas élites, al tiempo que han ido aumentando su autoritarismo, reprimiendo la disidencia, censurando a los medios de comunicación, encarcelando e incluso asesinando a disidentes.

“El sistema se ha convertido, en la actualidad, en algo bastante decepcionante”, declaró Ashrawi a Mondoweiss. Sin dar nombres, continuó: “Terminaron preocupándose más por el poder, por el control, que por el servicio. [Se volvieron] más preocupados por su propio interés, su influencia y los adornos del poder que por la idea de contribuir y servir al pueblo.”

Al preguntarle cómo se deterioraron las cosas hasta llegar a la situación actual, Ashrawi lo atribuyó a un “abuso de poder” generalizado. “Poco a poco se fueron reduciendo los espacios para las libertades y los derechos; en última instancia, ahora ni siquiera hay un poder legislativo. Incluso el poder judicial quedó subyugado al ejecutivo. Y el ejecutivo se concentró en manos de unos pocos; y así se ha distorsionado cualquier atisbo de la democracia que pudimos tener o intentamos establecer aún bajo la ocupación”, afirmó. “No culpo a la ocupación de todo. Hay cosas bajo nuestro control de las que se ha abusado y que se han distorsionado.”

La concentración de poder en manos de figuras autoritarias como el presidente Mahmud Abbas ha hecho que toda una generación ronde o supere los 30 años sin haber participado nunca en una elección nacional. Zaid Amali, de 25, afirma que es una realidad extremadamente frustrante para los jóvenes palestinos como él. “Es frustrante porque deberíamos poder elegir nuestro propio gobierno de forma democrática”, dijo.

“Este gobierno debería reflejar nuestros intereses, atender las necesidades del pueblo palestino y representarnos de verdad. Pero en realidad está sirviendo a los intereses de unos pocos a expensas de la mayoría. Y si hablamos de la juventud, constituimos la mayoría de la población palestina. Así que para nosotros es muy frustrante ver que este gobierno no está trabajando realmente en nuestro interés. Por desgracia, a menudo lo hace en nuestra contra.”

La vuelta a la resistencia armada

Quienes nacieron el año en que se firmaron los Acuerdos de Oslo cumplen 30 años en 2023. Hasta hoy, ninguno ha tenido la oportunidad de participar en la vida política. Económicamente, sus oportunidades son muy escasas. El desempleo en toda la Palestina ocupada se acerca al 25%, mientras que en Gaza ronda el 50%.

Mientras tanto, el control de Israel sobre la vida palestina es cada vez más férreo. 2022 y 2023 han sido años récord de violencia israelí contra la población ocupada, así como de expansión de las colonias. La situación sobre el terreno se ha vuelto desesperada, lo que ha llevado a muchos jóvenes palestinos a tomar el asunto en sus manos.

Desde 2022 se ha dado un resurgimiento de la resistencia armada en Cisjordania, con milicias dirigidas por jóvenes de tan sólo 18 años. Muchos de esos grupos armados, algunos de los cuales operan bajo la bandera de la unidad en desafío a las rivalidades entre facciones, cuentan con un apoyo popular masivo.

Pero tanto el gobierno israelí como el palestino han considerado a estas milicias armadas como una amenaza para el statu quo cimentado tras los Acuerdos de Oslo. Como parte de su política de “coordinación de la seguridad” con Israel, establecida en los Acuerdos, en los últimos meses la ANP ha encarcelado a decenas de combatientes palestinos, así como a disidentes políticos, activistas, periodistas y estudiantes universitarios. Aunque algunos combatientes han aceptado el indulto y han entregado sus armas voluntariamente, los que no lo han hecho están siendo perseguidos y detenidos.

 “No sabemos quién está contra nosotros, si la Autoridad [Palestina] o el ejército israelí”, dijo a Mondoweiss un joven del campo de refugiados de Yenín, pocos días después de la visita al lugar del presidente palestino Mahmud Abbas (la primera en 11 años). “Durante cuatro años antes de ser detenido [por los israelíes], también me estuvo buscando la ANP. No nos sentimos seguros en absoluto con su presencia.”

“Ahora mismo, en realidad están trabajando contra nosotros”, dijo el joven, refiriéndose a la campaña de detenciones que la ANP lleva a cabo contra los combatientes en zonas como Yenín y Nablus. “Es una sola operación con el ejército y los servicios de inteligencia israelíes. Cuando éstos vienen a atacarnos, la ANP va y se esconde en sus recintos.” “Ellos [la ANP] intentan que nos entreguemos y entreguemos nuestras armas, y que renunciemos a esta causa por la que luchamos. Pero no nos rendiremos, pase lo que pase.”

En efecto, los intentos de la ANP de frenar la resistencia parecen estar resultando contraproducentes. Las encuestas de opinión pública de este año muestran que el 68% de la población palestina apoya a los grupos de resistencia armada, y cerca del 90% cree que la ANP no tiene derecho a detenerlos. Además, más de la mitad de la población cree que la existencia de la ANP sirve a los intereses de Israel, no a los del pueblo palestino.

“Se trata de una dirigencia que nos ha llevado a una situación en la que vivimos esencialmente en bantustanes y guetos, en Cisjordania, Gaza y la Palestina colonizada”, afirmó Hawari. “Así que tenemos que reconocerlo, y ese es el trabajo interno en el que tenemos que enfocarnos. Para tener un futuro mejor, tenemos que analizar muy bien a nuestra dirigencia y reconsiderar cómo queremos que sea. ¿Queremos una dirigencia que capitule y colabore con nuestros opresores? ¿O queremos una dirigencia que sea revolucionaria y centre su narrativa en nuestra liberación?”

 

Publicado en Mondoweiss el 14/9/23. Traducción: María Landi.

 

 

 

 

 

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Ya Rab, del artista palestino Hazim Bitar. Reflejo de lo que vive hoy Palestina.

A mis lectoras y lectores fieles u ocasionales:

Hace meses que no publico nada en este blog. Las razones son variadas, circunstanciales y no tanto. La principal de ellas es que, debido a la tiranía de los algoritmos, a este blog le pasa lo que a  otros blogs mucho más relevantes que el mío: ha ido perdiendo visibilidad. Y no resulta motivador publicar algo que muy pocas personas podrán ver y leer, y que no aparecerá en los buscadores ni siquiera escribiendo el título completo…

Por otro lado, hace mucho tiempo que quiero reestructurar este blog, agregando secciones, quitando listas de enlaces (que están desactualizadas), dándole una presentación más atractiva y accesible a los distintos contenidos del blog, entre otras cosas. Lamentablemente ese trabajo requiere tiempo y recursos técnicos, y yo no he tenido ni una cosa ni otra.

Cuando pueda dedicar algo de energía, buscaré hacer una reestructura a través de un proyecto profesional que pueda ser financiado y, a la vez, funcione como una especie de libro virtual (que siga siendo alimentado regularmente) donde reúna mis experiencias, reflexiones y análisis en y sobre Palestina. Esto se debe, en parte, a que me resisto a la idea de publicar un libro (como mucha gente me ha sugerido), porque siento que inevitablemente se trata de un proyecto elitista (muchísimas personas -entre las que me cuento- no pueden comprar libros) y que suele ir acompañado de una buena dosis de ego («mi libro») que cada vez me resulta más difícil digerir.

A las contadísimas personas que a lo largo de 12 años y medio han enviado alguna colaboración económica, les agradezco de corazón su aporte. No se imaginan qué excepcionales han sido (el total de colaboraciones en todos estos años no superó los 100 euros); y por lo tanto, mi agradecimiento es aún más sentido y sincero.

Nos seguimos encontrando en cualquier momento, aquí y en las calles. Les dejo este precioso documental sobre la banda de música sueco-palestina «Kofia», que me parece un genial tributo a la solidaridad internacional con la causa de la liberación palestina.

 

En el sitio del documental: Kofia: a revolution through music hay una versión con subtítulos en árabe.

 

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La Nakba interminable – Reflexiones de Mohammed El-Kurd


Mohammed y Muna El-Kurd, jóvenes líderes y activistas del barrio Sheikh Jarrah de Jerusalén, cumplieron 25 años este 15 de mayo. Nacieron cuando la Nakba cumplía 50. Eso, y ser hijxs y nietxs de refugiadxs de la Nakba, en un barrio de Jerusalén amenazado de expulsión, y que un tribunal colonial decidiera que debían entregar la mitad de su casa a un grupo de colonos inmigrantes insolentes, violentos y con acento gringo, marcó sus vidas para siempre. Este es el testimonio de Mohammed y su mensaje al cumplir 25 años bajo una Nakba que dura ya 75 años.

 


En las décadas transcurridas desde el acontecimiento que el pueblo palestino conoce como “la Catástrofe”, el despojo se ha convertido en un tema intemporal de la experiencia palestina.

 

 

Mohammed El-Kurd*

 

Si conducen a lo largo y ancho de nuestra magullada geografía, en varios puntos se encontrarán con escombros. A veces son los escombros de una casa en Jerusalén, demolida alguna vez –o más de una– en las últimas décadas. Otras veces, son las ruinas de una aldea despoblada en 1948, ahora mal disimuladas bajo un bosque de pinos plantados por el Fondo Nacional Judío. A veces son los escombros de una casa acribillada a balazos en el Golán sirio ocupado, que se vino abajo durante la invasión de 1967. Otras veces, son los escombros de un edificio residencial bombardeado durante uno de los ataques a la asediada Franja de Gaza, en 2008, 2009, 2012, 2014, 2019 o 2021. O, si estás leyendo esto dentro de unos años, puede que sean los restos de Silwan, Masafer Yatta y el Naqab, localidades todavía vibrantes pero amenazadas.

Mientras recorren este paisaje, es probable que se encuentren en los pueblos y campos de refugiados con afiches de nuestros mártires pegados por todas las paredes. Las fechas de algunos de los afiches pueden ser difíciles de descifrar, pero se puede adivinar cuándo fueron colocados observando su estado: si están inmaculados y brillantes, es que acaban de salir de la imprenta; si están quebradizos y descoloridos, dañados por la lluvia, la suciedad o las balas perdidas, y se despegan de las paredes, es posible que sean de hace algún tiempo, de la segunda intifada o de una de las intifadas que vinieron después. Muchos de los rostros, probablemente la mayoría, les resultarán desconocidos, ya que sus asesinatos quedan al margen del circuito internacional de noticias y sus muertes sólo aparecen en los fugaces titulares locales. Si se detienen a leer, pueden encontrar retratos de un padre y su hijo compartiendo la misma pared, un tío y una sobrina, a veces del mismo año, a veces con generaciones de diferencia.

Todo esto –afiches hechos jirones, pueblos semienterrados y escombros, escombros, escombros– es la prueba material de la Nakba. Este término se utiliza con mayor frecuencia para denotar la catastrófica creación del Estado israelí, cuando las milicias sionistas emprendieron una brutal campaña de limpieza étnica, expulsando a tres cuartos de millón de personas palestinas y convirtiéndolas en refugiadas fuera de las fronteras de su propia patria. Debería ser un nombre familiar en todos lados, aunque no lo es.

Hoy se cumple el 75° aniversario de la Nakba. Mientras me esfuerzo por conjurar todo su devastador alcance, siento la tentación de atiborrar los próximos cuatro párrafos con datos y cifras que detallen sus crueldades esenciales: los nombres de las distintas bandas paramilitares terroristas que conformaron el ejército israelí que hoy nos aterroriza; el número de masacres, de personas exiliadas, refugiadas; los kilómetros cuadrados de tierra robada; los vientres de embarazadas abiertos en Deir Yassin. Pero estaría repitiendo lo que ya se ha dicho en miles de libros y artículos, y lo que también habrán publicado hoy unos cuantos portales no convencionales.

Entonces, ¿por dónde empezar a hablar de la Nakba en su 75° aniversario? Bueno, para empezar, debemos reconocer que incluir las palabras “aniversario” y Nakba en la misma frase es un error; el marco temporal, 75 años, es un error de cálculo. Incluso la traducción de Nakba como “Catástrofe” es reduccionista, porque la Nakba no fue un desastre repentino, ni es una trágica reliquia del pasado. No empezó ni terminó en 1948. Se trata más bien de un proceso de limpieza étnica planificado, organizado y, lo que es más importante, continuado.

Para el pueblo palestino, la Nakba es algo implacable y recurrente. Ocurre en tiempo presente y en cualquier lugar del mapa. No se salva ni un rincón de nuestra geografía, ni una generación desde los años 1940. Para mi propia familia, la Nakba fue la experiencia de mi abuela, expulsada de Haifa por la Haganá en 1948, pero también fueron sus palabras de advertencia sobre lo que inevitablemente sería mi destino cuando colonos con acento de Brooklyn y apoyados por el ejército se apropiaron de la mitad de mi casa en Sheikh Jarrah en 2009, declarándola suya por decreto divino. Para otras familias, la Nakba comenzó cuando un querido abuelo fue expulsado de Yaffa y buscó refugio en Gaza, donde continúa viviendo bajo el estruendo de los aviones de guerra que lanzan bombas sobre los abarrotados campos de refugiados, y que introducen a sus nietos y nietas en su primera (o quizás tercera o sexta) guerra. La Nakba son sus rostros en los afiches que aún no se han impreso.

Aunque esta catástrofe continuada a menudo parece implacable, es importante señalar que no es inevitable. Tiene un culpable: el sionismo; y para hablar de la Nakba hay que hablar de sionismo, la ideología política nacida en Europa central y oriental en el siglo XIX según la cual la creación de un Estado judío sería la única solución viable para la persecución de las personas judías. Theodor Herzl, periodista vienés y uno de los pioneros del sionismo, articuló esta idea en su famoso panfleto de 1896 Der Judenstaat (El Estado judío).

Distintas personas definen el sionismo de diferentes maneras, y muchas lo definen de varias maneras a la vez. Los gobernantes israelíes, por ejemplo, trabajan incansablemente para impulsar el relato de que el sionismo es sinónimo de judaísmo (a pesar de que este último precede al sionismo en miles de años) e impulsan leyes para criminalizar los sentimientos antiisraelíes como antisemitas. Otros, incluidos muchos sionistas liberales, afirman que el sionismo es un movimiento de liberación necesario, nacido de la persecución por el Holocausto, aunque la población palestina no tuvo nada que ver con el Holocausto. Los sionistas religiosos, por su parte, afirman que el sionismo es el destino bíblico, la realización de la antigua promesa de Dios de una tierra prometida, como si Dios fuera una especie de agente inmobiliario. Y en Estados Unidos, sionistas orgullosos como Joe Biden dicen que “inventarían” a Israel si no estuviera ya inventado: un régimen satélite al servicio de sus intereses estratégicos en la región.

El sionismo, tal y como lo definimos quienes hemos vivido bajo su dominio durante los últimos 75 años, es una ideología de despojo, una empresa de colonización expansionista y racista. Y en múltiples ocasiones, los mismos pioneros del movimiento sionista no rehuyeron este encuadre; por citar sólo dos breves ejemplos: David Ben Gurion, que escribió sobre cómo “debemos expulsar a los árabes y ocupar su lugar”, o Ze’ev Jabotinsky, cuyo famoso ensayo “Muro de hierro” es una meditación contundente sobre “la colonización de Palestina” y la probable respuesta de “la población nativa”, la cual –escribió– “siente al menos el mismo instintivo celo amoroso por Palestina que los antiguos aztecas sentían por el antiguo México, y los sioux por sus ondulantes praderas.”

Pero ninguna de estas definiciones o testimonios importa, porque el sionismo se define mejor por sus manifestaciones materiales, y la Nakba –prolongada y actual– sigue siendo la cristalización más clara de la ideología sionista.

En 2020, cuando mi familia y las familias vecinas empezamos nuestra batalla contra la expulsión en Sheikh Jarrah, escribí para The Nation: “Si no te desalojan de tu casa, la demuelen; si no te encarcelan, te disparan en la calle; si no te disparan en la calle, hay un dron sobre tu cielo, en la Franja de Gaza; si no es una bomba, es el exilio. Todas las personas palestinas, en determinado momento de nuestras vidas, nos damos cuenta de que la Nakba está lejos de haber terminado.” Y aquí estoy, tres años después, volviendo a escribir lo mismo.

Quisiera decir que esas palabras de 2020 fueron oportunas, pero la aterradora verdad es que son intemporales. El movimiento sionista se ha esforzado por hacer del despojo un tema intemporal de la experiencia palestina: tanto historiadores como periodistas cuentan historias similares sobre la Nakba. Hemos llegado a un punto en que los escombros se acumulan tan rápido que no podemos seguirles el ritmo.

Cuando empecé a escribir este artículo, un colono israelí armado había matado a Diyar Omari, de 19 años, en el pueblo de Sandalah, a plena luz del día, el 6 de mayo; su asesinato me trajo a la memoria la masacre de Sandalah de 1957, cuando un artefacto explosivo israelí acabó con la vida de 15 escolares de ese poblado, y pensé en centrar este artículo en las historias superpuestas. Pero pensar en escolares me recordó los restos de las bombas israelíes que siguen matando o mutilando a escolares en Masafer Yatta (en las Colinas del Sur de Hebrón), que ha sido declarada “zona de entrenamiento militar” de acceso prohibido, con el único fin de expulsar a sus residentes. Y pensé que debía escribir sobre esa inminente expulsión, y luego otra, y otra ejecución, otra demolición, otra detención arbitraria, otro asedio borrado de los titulares, otro asesinato reportado en voz pasiva, y otro y otro…

Y entonces empezaron a caer bombas israelíes sobre Gaza.

Resulta tentador terminar el artículo ahí, anticipando, pasivamente, aún más destrucción. Declarar a Palestina en estado de destrucción, un “ciclo de violencia” en el que un bombardeo es tan banal como el desayuno. Pero la razón por la que seguimos imprimiendo más afiches es porque aquí las personas todavía no han aceptado la subyugación como su statu quo, todavía pueden conjurar una realidad en la que sean libres. Las personas palestinas seguimos resistiendo a los grilletes del sionismo. Nunca hemos dejado de hacerlo.

Si conducen a lo largo y ancho de nuestra magullada geografía, pasarán junto a mujeres y hombres que elegirán, una y otra vez, la muerte antes que la indignidad. Y si aminoran la marcha para escuchar sus oraciones, se darán cuenta, aunque sea por un breve instante, de que ustedes harían lo mismo.

 

* Mohammed El-Kurd (25) es corresponsal de The Nation. Escribe principalmente sobre el despojo en Jerusalén y la colonización de Palestina. Ha publicado su primer libro de poesía: Rifqa (Haymarket Books, NY, 2021).
Publicado el 15 de mayo de 2023 en The Nation. Traducción: María Landi.

 

En este video realizado para The Nation, Mohammed El-Kurd explica la Nakba y cómo es un proceso continuado que nunca terminó realmente (4′, inglés):

Reflexiones de Mohammed El-Kurd sobre lo que es nacer, vivir y morir bajo una Nakba continuada (1o’, inglés):

Leanne Mohamad: «75 segundos para conmemorar 75 años desde la Nakba palestina: nuestra catástrofe continuada, que destrozó a toda una sociedad en 1948. No solo para recordar la Nakba, sino para resistirla.»

 

 

 

 

 

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Von der Leyen, Borrell y los 75 años de su jardín colonial en Palestina

 

Graffiti sobre la Nakba en un muro de Nazaret (Godong/Alamy Stock Photo).


La letanía de Israel como “vibrante democracia” es el dogma occidental con el que se encubre la limpieza étnica a la población nativa palestina, su despojo, su expulsión, su apartheid o su reclusión en guetos.

 

Daniel Lobato Bellido

 

El miércoles 26 de abril Ursula von der Leyen felicitó el 75º aniversario de la construcción del Estado de Israel en Palestina. Von der Leyen sólo necesitó los primeros 45 segundos de su homenaje para hacer toda la acumulación que le fue posible de la mitología fraudulenta, racista y fascista con la que occidente siempre ha justificado la invasión de Palestina iniciada por colonos europeos hace algo más de un siglo.

Para que no hubiera dudas sobre la orientación ideológica de su discurso, Von der Leyen desde el inicio mostró su júbilo por el “sueño hecho realidad” del artefacto colonial israelí. El sueño de la creación de Israel fue el sueño de la ideología sionista, y por tanto Von der Leyen asumió de inicio el primer postulado del sionismo. Es decir, el sueño de crear un Estado de colonos extranjeros en Palestina, “y eso es más importante que los deseos de los habitantes árabes que viven en esa tierra”, en palabras de Arthur Balfour, ministro de AAEE británico que en 1917 prometió entregar Palestina a los colonos europeos. La Presidenta de la Comisión Europea hizo suyo el desprecio de Balfour hacia los nativos palestinos, su derechos y su mera existencia, ya que ni siquiera los nombró en su discurso. El aplastamiento a la población nativa, junto con otros rasgos, caracterizan al sionismo como una ideología fascista.

Hay que recordar que el sionismo se declaró ideología criminal y racista por la Asamblea General de la ONU en 1975, y que esa resolución se derogó en 1991 para complacer a Israel y así facilitar los fraudulentos Acuerdos de Oslo de 1993. Fueron derrotas de las luchas descolonizadoras en aquel contexto de inicio de la hegemonía de EEUU tras la caída del bloque soviético. Treinta años después nos encontramos con la paradoja de que lobbies israelíes buscan que la ONU respalde oficialmente el sionismo, el colonialismo y el apartheid en Palestina. Intentan persuadir a Antonio Guterres y Miguel Ángel Moratinos para que la ONU adopte la definición de antisemitismo de la IHRA, que no es más que un burdo contrato de obligación de lealtad al régimen colonial israelí.

En sus encadenados estereotipos, Von der Leyen utilizó las masacres contra las personas judías perpetradas durante siglos en Europa para justificar su “refugio seguro” en Palestina. Al expresar esta idea, involuntariamente hizo dos reconocimientos atroces. El primero, que los palestinos deben costear la factura de los crímenes de Alemania y otros países europeos contra las personas judías sin importar el precio que esos nativos palestinos tengan que pagar. El segundo, que todavía hoy las presuntas democracias europeas siguen sin poder garantizar la seguridad de las personas judías y, por eso es necesario que éstas tengan un refugio lejano, siendo eternamente ajenas y casi extranjeras en sus propios países occidentales de nacimiento. Imaginemos si en lugar de personas judías hubiera expresado que, por las persecuciones sufridas en la historia, las personas LGTBI de Europa, completamente diversas y de diferentes países, deberían marcharse y erigir su propio Estado-refugio en un territorio lejano de Asia arrebatado a los habitantes autóctonos.

«Recordemos la Nakba». (Shirien.creates).

Ursula von der Leyen también recitó la Biblia para afirmar que Palestina es la “tierra prometida de los judíos”. Utilizar la Biblia como el acta registral de la propiedad de un territorio eleva a una nueva dimensión mitológica ese “mundo basado en reglas” que repetidamente proclaman EEUU y su subordinada UE. Un mundo “basado en reglas” desconocidas al contrario que la definida legalidad internacional que ha triturado Israel. Si la máxima representante de la UE además hubiera alzado y agitado una Biblia con sus manos ante la cámara, se habría replicado el mismo esperpento que vimos en 2019 en el Consejo de Seguridad de la ONU a cargo del entonces embajador del régimen israelí, Danny Danon.

La calificación de Israel en el vídeo como “vibrante democracia en el corazón de Oriente Medio” tiene un significado supremacista idéntico al “jardín europeo frente a la jungla salvaje del resto del mundo” de Josep Borrell. La letanía de “vibrante democracia” es el dogma occidental con el que se encubre la limpieza étnica a los nativos palestinos, su despojo, su expulsión, su apartheid o su reclusión en guetos. Es un elogio idéntico a la democracia de blancos del apartheid en Sudáfrica que expresaban Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los últimos años del régimen colonial de Pretoria. Las disputas políticas y judiciales que observamos en la sociedad colona israelí no son diferentes a las que se daban en la sociedad colona blanca sudafricana en el inicio de su cuenta atrás.

Ursula von der Leyen nos narra con fingida emoción que ella misma ha visto como el régimen colonial israelí ha hecho “florecer el desierto del Negev”, Naqab en su nombre original palestino. En su visita a esa parte de Palestina renombrada como Israel, la máxima representante de la UE sin embargo no quiso ver las políticas de desposesión de tierras y guetificación forzosa que ese gobierno aplica a los palestinos que tienen ciudadanía israelí. Han vivido durante siglos en el Naqab, han aprovechado de forma autóctona y tradicional los recursos naturales e incluso tienen escrituras de propiedad de la tierra de época otomana. Todo eso no importa, ya que para ella esa región florece cuando, tras la usurpación de la tierra y desalojo de sus dueños, Israel impone una agricultura y ganadería industrial capitalista, acorde con el concepto de economía circular entre metrópoli y colonia. La maquinaria israelí aplica las mismas políticas de expolio y desplazamiento forzoso a sus propios ciudadanos indígenas de tercera categoría que las que aplica a los indígenas no ciudadanos de los guetos de Cisjordania y el de Gaza que sobreviven bajo su dictadura militar.

Al igual que el régimen parasitario de Palestina, Von der Leyen llama a este aniversario el “Día de la Independencia” israelí, buscando crear la idea de que los diferentes colonos de diferentes países que han invadido Palestina estos cien años se estaban independizando de alguien, aunque no se sepa de quién.

Los 45 segundos finales del mensaje son un alegato a “los vínculos y valores compartidos” entre la UE y el artefacto colonial israelí. Al igual que la colonización de Argelia tenía su metrópoli en Francia, o la colonización de Angola en Portugal, la colonización de Palestina tiene en la actualidad una metrópoli conjunta formada por EEUU y la UE, y defenderán ese artilugio supremacista hasta el día antes de su futuro colapso. Ese día no habrá disculpas ni rendición de cuentas por occidente, como tampoco Francia acepta asumir las responsabilidades de sus masacres en Argelia.

Ovejas envenenadas. Olivos arrancados. Casas destruidas.
«¿Es esto lo que significa «Hicimos florecer el desierto», papá?» (Khalil Bendib – Bendib.com).

La pareja Von der Leyen-Borrell es la sucesora de la pareja Reagan-Thatcher en su defensa del apartheid y el colonialismo hasta que suene la campana. La historia se repite dos veces, ambas como tragedia para los nativos sudafricanos y palestinos, aunque no falta el componente de farsa en esta versión actual al utilizarse la mitología bíblica como argumento.

¿Y qué hay de los indígenas palestinos excluidos en el discurso de Von der Leyen? El negacionismo de su existencia, de sus derechos y de toda la legalidad que les ampara, incluida la legítima resistencia armada, no consigue silenciar los crímenes contra la humanidad perpetrados por el régimen colonial sionista. Ni siquiera los clichés mitológicos y coloniales de su discurso son novedosos u originales.

Todas las colonizaciones europeas por asentamiento de colonos contra poblaciones indígenas (Norteamérica, Australia, Sudáfrica, Argelia, etc.) han sido justificadas de forma similar a la que ha empleado la máxima representante de la UE: “los nativos no existen, y si existieron, no estaban exactamente en ese lugar. Y si estaban en el lugar, no aprovechaban la tierra ni la merecían. Y si utilizaban la tierra, lamentablemente la perdieron y eso es irreversible, ya no se puede cambiar, como mucho les podemos otorgar algunos derechos humanos. Nosotros también tuvimos la necesidad de instalarnos en esa tierra, porque nosotros también somos indígenas de esa tierra”. Éste es el esquema argumental de la negación al indígena y de la justificación invasora que hoy se aplica en regímenes coloniales victoriosos disfrazados de democracias liberales como EEUU, Canadá o Australia. Israel desearía encontrarse en ese grupo en el futuro, pero no será así.

Setenta y cinco años después, el constructo israelí está derrotado y acabado en el horizonte. Primero, por la población indígena palestina que resiste por todas las vías legítimas en su tierra, y que ya es mayoría demográfica (52% de la población entre el río Jordán y el Mediterráneo, y aumentando) frente a la sociedad colona israelí (48% de la población y decreciendo). Segundo, porque está derrotado militarmente frente a los palestinos, Líbano y otros aliados, y explicar esto excede del objeto de este artículo.

Por delante sólo tiene una cuenta atrás de menos de veinte años. Cuanto antes descolonice sus estructuras menor será el sufrimiento para los nativos, y menor será el precio a pagar y el sufrimiento que irá creciendo día a día para la sociedad colona.

Mientras tanto, durante los años en que Israel se mantenga en pie, Josep Borrell, Ursula von der Leyen y otros cabecillas de la metrópoli occidental seguirán cuidando ese jardín colonial instalado en el corazón de su racista jungla.

 

Publicado en El Salto el 28/4/23.

Una de las ‘versiones comentadas’ del discurso de von der Leyen.

 

 

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17 abril – Dia de las y los presos políticos palestinos



17 DE ABRIL: DÍA DE LOS PRESOS POLÍTICOS PALESTINOS “Cuarenta años han pasado como si nada, porque consideramos que éste […]

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17 abril – Dia de los presos políticos palestinos — Al Quds Andalucía
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Los Chicos de Hares: 10 años en la cárcel por un crimen que nunca ocurrió


EL RÉGIMEN COLONIAL ISRAELÍ ENCARCELA SISTEMÁTICAMENTE A NIÑOS Y NIÑAS, SOLO PORQUE PUEDE


Publicado el 15 de marzo de 2023
por el equipo de la campaña
Libertad para los Chicos de Hares (Free the Hares Boys)

Lo llamamos “un crimen que nunca ocurrió”, porque ¿cómo si no llamaríamos a algo que finge un hecho, inventa a sus víctimas, falsifica a los culpables, y luego se disfraza de justicia a pesar de que es un fraude evidente?

Y sin embargo, aunque no hubo delito del que sean culpables, cinco jóvenes seres humanos están cumpliendo una pena de 15 años de prisión por “cometerlo”. Hoy, 15 de marzo, se cumple una década del robo de sus vidas, un robo cometido por el régimen colonial israelí en Palestina.

Durante los tres años posteriores a su violento secuestro a mediados de marzo de 2013, llevamos a cabo una campaña internacional por la liberación de los Chicos de Hares; éramos varias personas procedentes de Europa y las Américas. Nos reunimos en Palestina justo después de que los chicos –entonces de 15 y 16 años–  fueran secuestrados de sus casas en el poblado de Hares (Cisjordania) en mitad de la noche por hombres armados y con uniforme militar. Tomando té y café con sus familias, debatimos qué se podía hacer para ayudar a liberarlos, sabiendo perfectamente que nos enfrentamos a una máquina colonial desalmada que mata por diversión, encarcela a su antojo y se ríe de la justicia, sólo porque puede.

La campaña internacional Libertad para los Chicos de Hares, llevada a cabo con cero recursos financieros, recibió un gran apoyo en todo el mundo: la gente protestó en Londres y organizó concentraciones de solidaridad desde Costa Rica a Bulgaria, desde México a Escocia, escribió a sus legisladores en Gran Bretaña y a distintas embajadas en Tel Aviv, asistió a las “audiencias” de los chicos en los “tribunales”, compartió su historia en árabe, inglés, español, búlgaro, finlandés, sueco, danés, portugués, italiano, alemán, francés, hebreo y japonés. Una vez más, damos las gracias de todo corazón a todas las personas que se involucraron.

Pero el caso de los Chicos de Hares nunca fue sólo sobre los cinco adolescentes del poblado de Hares: fue –y sigue siendo– una trágica ilustración real y ‘de manual’ de un aspecto crucial del colonialismo de Israel en Palestina: el encarcelamiento de sus habitantes nativos y los intentos de aplastar el alma misma de un pueblo. Por eso consideramos importante, al conmemorar este sombrío décimo aniversario, compartir una vez más la historia de los Chicos de Hares. Esperamos que ella honre la inquebrantable humanidad del pueblo palestino frente a la opresión, y sirva de recordatorio de por qué tú y yo decimos “¡Palestina Libre!”, y lo creemos firmemente.

En nuestros comunicados públicos de hace una década, describimos la historia de los chicos con minucioso detalle, desde el momento de su secuestro por soldados israelíes hasta el día en que se anunció su sentencia en el “tribunal” militar de la ocupación. He aquí una versión abreviada de la misma (versión completa aquí).

 “Abraza y besa a tu madre para despedirte”: ¡Arresten a los niños!

Alrededor de las 18:30 horas del jueves 14 de marzo de 2013, un coche chocó contra la parte trasera de un camión sobre la ruta 5, en el distrito de Salfit, Palestina ocupada. La conductora y sus tres hijas resultaron heridas, una de ellas de gravedad. La conductora, Adva Biton, regresaba a su casa en la colonia  israelí ilegal de Yakir cuando se produjo el accidente. Posteriormente afirmó que el mismo había sido culpa de jóvenes palestinos que lanzaron piedras contra su coche. El conductor del camión, tras declarar inmediatamente después del accidente que se había detenido por un pinchazo, cambió de opinión más tarde y dijo que había visto piedras junto a la carretera (Nota: toda Palestina está llena de piedras, siempre).

No hubo testigos del accidente de coche. Nadie había visto a ningún niño o joven tirando piedras ese día.

Sin embargo, en las primeras horas del día siguiente, soldados israelíes enmascarados, algunos con perros de ataque, irrumpieron en el poblado de Hares, situado no lejos de la ruta 5. Más de 50 soldados rompieron las puertas de las casas de los habitantes exigiendo saber el paradero de sus hijos adolescentes. Esa noche secuestraron (“arrestaron”) a diez jóvenes de entre 15 y 17 años: les vendaron los ojos, los esposaron y los trasladaron a un lugar desconocido. No se informó a las familias de las supuestas fechorías de sus hijos.

Dos noches después, se produjo una segunda oleada de detenciones violentas. “Abraza y besa a tu madre para despedirte”, le dijo un agente del Shabak (servicio secreto israelí) a un adolescente. “Puede que no la vuelvas a ver.” Una semana después, jeeps del ejército entraron de nuevo en el pueblo y detuvieron a varios chicos que acababan de volver de la escuela. En total, 19 adolescentes de los poblados vecinos de Hares y Kifl Hares fueron detenidos en relación con el accidente de coche de colonos. Ninguno de ellos tenía antecedentes de haber lanzado piedras.

Bajo custodia israelí, los menores fueron sometidos a una serie de abusos y malos tratos que equivalen a tortura, incluyendo fuertes palizas, amenazas e intimidación, interrogatorios violentos y condiciones inhumanas (lo que se suponía una “celda” –en al menos un caso en el que se mantuvo recluido a un menor de Hares– era un agujero sin ventanas de 1 m de ancho y 2 m de largo, sin colchón ni manta para dormir, inodoro sucio y seis luces brillantes que nunca se apagaban, lo que hizo que el muchacho perdiera la noción del tiempo).

Tras violentos interrogatorios, la mayoría de los menores fueron puestos en libertad, salvo cinco que permanecieron en Megiddo, una prisión israelí para adultos. Estos pasaron a ser conocidos como los Chicos de Hares. Ellos son: Ali Shamlawi, Mohammed Suleiman, Mohammed Kleib, Tamer Souf y Ammar Souf, todos ellos residentes del poblado de Hares, en Palestina ocupada. Tras su detención, permanecieron recluidos en régimen de aislamiento durante dos semanas, y se les negaron las visitas de sus abogados. Al final, tras sufrir aún más malos tratos, firmaron “confesiones” de haber lanzado piedras aquel día de marzo en la ruta 5. Más tarde, todos dijeron repetidamente a sus abogados y familiares que habían firmado esos documentos escritos en hebreo –idioma que no hablaban ni leían ni escribían– para poner fin a la tortura infligida por agentes israelíes adultos a sus jóvenes cuerpos y mentes.

Esas “confesiones” fueron la única “prueba” contra los cinco adolescentes. Entre los “testigos” del fiscal militar – la población palestina, incluyendo los menores de edad, está sometida a los tribunales militares israelíes, no a los civiles– había agentes de policía y de los servicios secretos, ninguno de los cuales estaba siquiera cerca del lugar ese día, y 61 colonos/as israelíes ilegales, quienes afirmaron – después de que el accidente fuera promocionado en los medios israelíes como un “acto terrorista” – que sus coches también habían sido dañados por piedras en esa carretera. A los abogados defensores nunca se les ha mostrado prueba alguna que estos “testigos” hayan sido interrogados alguna vez, si sus afirmaciones fueron verificadas con imágenes de cámaras CCTV y datos de ingresos hospitalarios, o incluso si los supuestos daños en sus vehículos fueron fotografiados o documentados de alguna otra forma.

En tales circunstancias, los cinco Chicos de Hares fueron acusados de 20 cargos de intento de asesinato cada uno (que más tarde se cambió a homicidio involuntario, cuando dos años después del accidente de coche una de las hijas de la mujer colona murió por complicaciones de neumonía) y se enfrentaban a penas de entre 25 años y cadena perpetua. Tras pasar dos años y medio encarcelados y asistir a más de 100 “audiencias” en el tribunal militar –en las que a veces ni siquiera se permitía hablar a sus abogados–, los cinco jóvenes fueron obligados a firmar un acuerdo: 15 años de prisión más una “multa” de 30.000 NIS (7.500 dólares estadounidenses de la época) para cada uno, que se pagarían a la familia colona como “indemnización”. Si se negaban, se les dio a entender que sus condenas aumentarían a 25 años. 


Themis sangra en el suelo

El veredicto fue una tragedia para los cinco chicos y sus familias. Pero también fue una advertencia; antes de que se anunciara, escribimos: “Si los chicos son condenados, este caso sentaría un precedente legal que permitiría al ejército israelí condenar a cualquier niño o joven palestino por intento de asesinato en casos de lanzamiento de piedras».

Aquí es importante señalar que, según la opinión sionista, tirar piedras es “bueno” cuando lo hacen los colonos israelíes ilegales, pero de alguna manera se convierte en “terrorismo” cuando lo hacen los palestinos nativos –o se les acusa de quizás, tal vez, pensar en hacerlo–. Y ahora el gobierno israelí planea convertir en “ley” el asesinato aprobado por el Estado: la pena capital por “terrorismo”, entendido como cualquier acción palestina que Israel diga que lo es. De hecho, los militares israelíes ya ejecutan diariamente a personas palestinas a su antojo, y lo hacen con total impunidad.

El sistema penal militar israelí condena a las y los palestinos en un asombroso porcentaje del 99,74%. Es decir, “si eres palestino, eres culpable”. Cada año, los “tribunales” militares israelíes procesan a unos 700 niños palestinos (de entre 12 y 17 años, aunque se sabe que incluso han encerrado a más chicos). Los malos tratos y/o la tortura de los niños durante su detención, traslado e interrogatorio están bien probados y documentados. Todo este sistema –con sus detenciones arbitrarias, su encarcelamiento sin pruebas ni cargos siquiera, su total desprecio por los derechos humanos fundamentales o los estándares del debido proceso– es sencillamente una burla de la justicia. En palabras de un destacado abogado británico de derechos humanos, el caso de los Chicos de Hares “se habría ganado en menos de 5 minutos si se hubiera juzgado en un verdadero tribunal de justicia”, y no en los centros de horror que simulan ser tribunales dirigidos por militares israelíes.

En este contexto, ¿qué puede hacer la pobre Themis?

El mundialmente famoso caricaturista político brasileño Carlos Latuff, que contribuyó con tres dibujos pidiendo la libertad de los Chicos de Hares, en uno de ellos dibujó a la diosa griega de la justicia sangrando en el suelo después de que un juez militar israelí le disparara con su rifle. La asesinan –balanza de la justicia en una mano, espada en la otra– y a nadie le importa.


La opresión en todo el mundo: los detalles pueden variar, pero el concepto es el mismo

Los Chicos de Hares son un caso entre muchos otros de niños palestinos sometidos a un sistema militar colonial cuyo objetivo último es destruir el tejido social de un pueblo, junto con las relaciones familiares y las redes comunitarias que lo sustentan. El costo de esta persecución y encarcelamiento constantes e interminables puede medirse en sus repercusiones sociales: la interrupción de las actividades vitales ordinarias de la juventud –escuela, universidad, empleo, matrimonio, amistades– provoca graves daños psicológicos a las víctimas y sus familias. Los niños vuelven de la cárcel desmotivados para estudiar, pierden el respeto a sus padres y madres por no poder defenderlos, se ven obligados a vivir con miedo a que se repita la experiencia de la cárcel.

Es la sensación de no poder llevar una vida normal (algo expresado reiteradamente por personas palestinas de todas las edades y condiciones como su principal aspiración y anhelo) ni proyectarse a sí mismo y a sus seres queridos hacia el futuro. Es la devastadora sensación de que la vida es sencillamente insoportable e imposible, lo cual es uno de los objetivos del Estado colonial sionista que, desde sus inicios, ha intentado borrar por completo al pueblo nativo de Palestina. Con este fin, se utilizan todas las herramientas disponibles, especialmente las que sirven para varios objetivos a la vez. El encarcelamiento es una de esas herramientas: pretende dañar tanto la mente como el cuerpo, el alma y el espíritu, al individuo y a la comunidad. Suprime vidas enteras –algunas temporalmente, otras para siempre–; también ayuda a mantener la sensación de inseguridad tanto entre los encarcelados como entre los que encarcelan, con el fin de continuar la opresión.

Los regímenes coloniales y de ocupación practican en todas partes el encarcelamiento político como forma de garantizar la obediencia, aplastar la resistencia, aterrorizar y controlar a la población. Su objetivo es hacer que la gente viva con miedo constante, para que no se rebele contra la opresión. Así ocurrió en la Sudáfrica del apartheid, en las dictaduras latinoamericanas, en Argelia, en Congo y en otros países africanos y asiáticos bajo el colonialismo europeo, ya fuera francés, belga, holandés o británico.

El palestino, como todos los pueblos oprimidos, sabe bien que los colonizados nunca encuentran justicia en los tribunales del poder colonial. Pero también saben que la lucha de los pueblos oprimidos de todo el mundo es, al final, la misma lucha por la libertad. Tal vez por eso, en los muros de Belfast (en el norte de Irlanda) hay pintados murales que expresan la solidaridad entre los presos políticos irlandeses y los palestinos; en los murales se dan la mano a través de los barrotes de la cárcel; en la vida real se comprenden y apoyan mutuamente sus luchas. Tal vez por eso, en febrero de 2012, cuando el panadero palestino Khader Adnan cumplió 53 días de huelga de hambre contra su detención ilegal, el ex preso político irlandés y huelguista de hambre Tommy McKearney envió un mensaje de solidaridad en video a Khader y a su familia. Tal vez por eso un hombre negro detenido en una protesta contra el racismo en Nueva York fue fotografiado con una camiseta que decía PALESTINA. Tal vez por eso Nelson Mandela –quien también estuvo encarcelado por el régimen del apartheid durante casi tres décadas, y hasta 2008 permaneció en la “lista de terroristas” de Estados Unidos– dijo célebremente: “Todos sabemos (…) que nuestra libertad está incompleta sin la libertad del pueblo palestino.”

***

En cuanto a los cinco jóvenes del pueblo de Hares en Palestina ocupada, que continúan encarcelados en las mazmorras sionistas por un crimen que nunca ocurrió –Alí, Tamer, Ammar, Mohammed K. y Mohammed S. –, serán liberados dentro de cinco años, tras haber cumplido 30 años. ¿Qué mundo encontrarán? ¿Qué justicia? ¿Qué libertad? ¿Qué Palestina? ¿Y qué humanidad?

***

En 2017, para señalar el primer aniversario de la condena de los Chicos de Hares Boys, publicamos un libro electrónico gratuito titulado Los Chicos de Hares: de Palestina a la prisión israelí, que contiene el resumen de su caso, un extenso análisis sobre el sistema penal militar y el sistema penitenciario israelíes, una visión general de la campaña de tres años por la liberación de los chicos, e ideas para conectar las luchas contra el imperialismo y el encarcelamiento político en todo el mundo. Está dirigido a las personas de conciencia de todo el mundo estudiantes, activistas, trabajadoras/es de derechos humanos, jóvenes y mayores de edad, madres y padres actuales y futuros, amantes de los gatos y otros y pretende servir como herramienta para dotar a la gente de conocimientos sobre cómo las entidades políticas utilizan el encarcelamiento para suprimir y destruir la resistencia a su sistema de opresión. Por favor, léelo y compártelo.

Ver también en este blog:
Los Chicos de Hares pueden pasar el resto de sus vidas en la cárcel
La lucha por la libertad de ‘los Cinco de Hares’ continúa    

Los Chicos de Hares van a cumplir 2 años en la cárcel 
Los Chicos de Hares condenados a más de 15 años de prisión

En el reino de la crueldad (I) 
En el reino de la crueldad (II)
A veces las palabras no son necesarias
Detenidos: Testimonios de niños palestinos encarcelado  s por Israel (fotorreportaje)
Niños palestinos: el delito de tirar piedras 

Poster con motivo de los 5 años de prisión de los Chicos de Hares.

 

 

 

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Argentina: Mekorot, el agua, el apartheid y el “blanqueo” de Israel

Palestinos del valle del Jordán sin red de saneamiento ni agua corriente/ Fotografía: Atef Abu a-Rub/ B’tselem. Por Rafael Araya Masry, especial para PIA Global. Cuando nos dicen que “Israel convirtió el desierto en un vergel”, nos están contando la mitad exitosa de la historia. Por la simple razón que no nos dicen a qué […]

Argentina: Mekorot, el agua, el apartheid y el “blanqueo” de Israel

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El apartheid llevado a nuevos extremos (perspectivas para 2023)

 

Colonos israelíes marchan a través de la Puerta de Damasco hacia el barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén cantando consignas contra la población palestina durante la Marcha de las Banderas. 29/5/2022. (Oren Ziv/ActiveStills)

 

Maureen Clare Murphy*

 

Estos días en Israel abundan los lamentos de los liberales por el ataque del nuevo gobierno contra el Poder Judicial y otras leyes y mecanismos que salvaguardan la democracia en el país, aunque esa democracia haya sido siempre sólo para la población judía.

Pero incluso para quienes ya saben que la democracia israelí es una violenta mentira, y que ha sido una empresa de colonización mantenida mediante el apartheid y el régimen militar desde el principio, hay mucho por lo que preocuparse. Más obviamente para la población palestina, para la cual expulsarle de su patria y sustituirla por colonos judíos extranjeros ha sido siempre la máxima prioridad del Estado judío.

Al fin y al cabo, el anterior gobierno se disolvió para impedir que expirara una medida ‘temporal’ vigente desde 1967 que aplica el derecho civil israelí a los colonos judíos en Cisjordania.

Al convocar nuevas elecciones, esas normas de emergencia se prorrogaron automáticamente, preservando así el sistema de apartheid. Y en lo que fue la quinta elección en tres años, en noviembre la ciudadanía israelí eligió el gobierno más abiertamente fascista y derechista hasta la fecha.

Según la ONG palestina Adalah, los acuerdos de coalición del nuevo gobierno israelí equivalen a una declaración de intención de cometer crímenes según el derecho internacional.

Los principios rectores del nuevo gobierno comienzan con la afirmación de que “el pueblo judío tiene un derecho exclusivo e incuestionable sobre todas las zonas de la tierra de Israel.”

Adalah, que defiende los derechos de la ciudadanía palestina dentro de Israel, afirma que la intención del gobierno es “profundizar la supremacía judía y la segregación racial como principios subyacentes del régimen israelí.” El grupo pide la intervención urgente de la Corte Penal Internacional y de la Corte Internacional de Justicia, así como la reconstitución del Comité Especial de la ONU contra el Apartheid.

En un nuevo documento de posición, Adalah expone cómo los principios rectores del gobierno israelí y los acuerdos de coalición niegan explícitamente el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación.

Las iniciativas y políticas del gobierno se traducirán en más brutalidad contra el pueblo palestino, con aún menos supervisión judicial y ninguna pretensión de rendición de cuentas. Por ejemplo, una enmienda aprobada por el Parlamento israelí a finales de diciembre subordina la policía israelí al ministro de Seguridad Nacional.

Ese ministro resulta ser Itamar Ben-Gvir, discípulo del rabino genocida Meir Kahane y admirador de Baruch Goldstein, un colono nacido en Estados Unidos que masacró a 29 fieles palestinos cuando rezaban en la mezquita Abrahán de Hebrón en 1994.

El partido Poder Judío de Ben-Gvir entró en la coalición tras llegar a un acuerdo con el Likud, encabezado por Benjamin Netanyahu, que ha vuelto a ser primer ministro. El acuerdo establece la intención de Ben-Gvir de reestructurar el cuerpo de policía y revisar la normativa sobre fuego abierto. Es de esperar que esto provoque aún más muertes de personas palestinas a manos de la policía israelí, que de por sí ya aplica una perversa política de gatillo fácil.

Ben-Gvir supervisará la milicia de reserva

Mientras tanto, Ben-Gvir tendrá el control total de la guardia nacional israelí, creada por el entonces primer ministro Naftali Bennett el año pasado para “institucionalizar la cooperación entre civiles judeoisraelíes armados y la policía”, como dice Adalah.

Bennett pidió la formalización de esta fuerza tras los mortíferos episodios de violencia estatal y turbas terroristas contra la población palestina de Israel durante el estallido de mayo de 2021, apodado la “intifada de la unidad”.

“Las autoridades israelíes otorgaron una amplia inmunidad a los civiles judeoisraelíes por estos ataques, incluso −y de la forma más escandalosa− en el caso del asesinato de Moussa Hassouna”, según Adalah. Hassouna, ciudadano palestino de Israel, fue asesinado a tiros en Lydd en mayo de 2021.

Destacados políticos presionaron a la policía durante toda la investigación de la muerte de Hassouna para que los sospechosos de su asesinato quedaran en libertad. El entonces ministro de Seguridad Pública, Amir Ohana, actual presidente del Parlamento israelí, pidió que los sospechosos de asesinar a Hassouna quedaran en libertad, afirmando que constituían una “fuerza multiplicadora de las autoridades para la neutralización inmediata de la amenaza y el peligro.”

La institucionalización de esta cooperación equivale a la creación de una milicia de reserva para ejercer la violencia contra los palestinos, como la que mató a Hassouna.

El hecho de que exista una fuerza de este tipo debería ser extremadamente preocupante. Que esté controlada por Ben-Gvir lo es aún más, dada su instigación de los ataques de mayo de 2021 y la violencia más reciente de las turbas de colonos contra la población palestina en el barrio Sheikh Jarrah de Jerusalén y en Hebrón, donde vive Ben-Gvir.

Mientras tanto, el partido Sionismo Religioso, dirigido por el ministro de Finanzas también de extrema derecha Bezalel Smotrich, ha acordado con el Likud que el Shin Bet −la tristemente célebre policía secreta israelí− forme una unidad especial para ayudar a la policía a combatir la “delincuencia motivada por el nacionalismo” entre la población palestina de Israel.

Adalah afirma que esta iniciativa forma parte de un “proyecto en curso particularmente insidioso (…) para utilizar el temor real de las comunidades palestinas (…) como pretexto para una actuación policial racializada.” El grupo añade que la actividad encubierta del Shin Bet “recuerda al período de gobierno militar de 1948-1966, y supone un peligro más para los derechos básicos de la población palestina con ciudadanía israelí.”

Además, estas nuevas políticas policiales “equivalen a una expansión de los dos sistemas separados de aplicación de la ley y de control basados en la identidad racial” que operan según “la total discrecionalidad de líderes políticos abiertamente racistas.”

Codificando la impunidad

Mientras Ben-Gvir avanza una normativa más laxa en materia de fuego abierto, el gobierno ha dejado clara su intención de “codificar la política de impunidad casi total de sus fuerzas armadas en los casos donde las víctimas sean palestinas”, en palabras de Adalah.

La expresión política palestina también está en el punto de mira del gobierno, con una propuesta para introducir legislación en un plazo de seis meses que prohibiría desplegar la bandera palestina en instituciones financiadas por el Estado, como las universidades.

Mientras tanto, el nuevo gobierno se ha comprometido a levantar la prohibición de presentarse al parlamento israelí a partidos y candidatos que inciten al racismo. También pretende descalificar a “una lista o un candidato (…) que niegue la existencia del Estado de Israel como Estado judío y democrático o apoye el terrorismo.”

Según Adalah, esto podría impedir participar en las elecciones a “una lista o un candidato que defienda valores democráticos como un Estado de igualdad para todos sus ciudadanos y ciudadanas”. “Si se aprueba, esta enmienda protegerá constitucionalmente las ideologías racistas y cercenará gravemente los puntos de vista democráticos.”

Los acuerdos de coalición también prevén sacar adelante una legislación que aplicaría la pena de muerte por “actos de terrorismo dirigidos a dañar al Estado de Israel como Estado del pueblo judío.”

El lenguaje del acuerdo, afirma Adalah, deja “explícitamente claro que la ley se aplicará racialmente y apuntará específicamente a las personas palestinas, mientras que exime a las personas judeoisraelíes que cometan actos extremos y violentos de terrorismo contra la población palestina.”

La legisladora de Poder Judío Limor Son Har-Melech, correligionaria de Ben Gvir, ha ido aún más lejos al pedir la pena de muerte para cualquier palestino que mate a un judío, pero cadena perpetua para cualquier judío “que mate a un árabe”, una visión extrema del estatus separado y desigual que vive el pueblo palestino bajo el régimen de apartheid israelí.

El gobierno también ha aprobado por la vía rápida proyectos de ley que permitirían revocar la ciudadanía o la residencia israelíes a personas palestinas con condenas “terroristas» que reciban estipendios de la Autoridad Palestina.

 “Es mejor cometer los peores crímenes si eres judío”, dijo Ahmad Tibi, miembro palestino del parlamento israelí, en oposición a la medida. Tibi señaló que no hubo iniciativas para despojar de su ciudadanía a Yigal Amir, el judío que asesinó al primer ministro israelí Isaac Rabin en 1995, ni a Ami Popper, que mató a siete trabajadores palestinos en 1990.

 “Prefiero a los asesinos judíos que a los asesinos árabes”, dijo el legislador del Likud Hanoch Milwidsky en respuesta a Tibi, quien a su vez dijo que el comentario de Milwidsky “resume esta legislatura”, antes de pedirle que lo repitiera en inglés. “Hemos terminado de disculparnos por ello”, dijo Milwidsky en inglés.

Judaización y apropiación de tierras

Una de las principales prioridades del gobierno, como queda claro en los acuerdos de coalición, es la judaización del desierto del Naqab (Negev) y de Galilea, en el sur y en el norte de Israel, respectivamente, donde la población palestina es muy numerosa.

El acuerdo de coalición del partido Poder Judío con el Likud centraliza el “poder de determinar las políticas de ordenamiento territorial y urbanístico en Israel”, según Adalah, poniendo en manos de Ben-Gvir las políticas y autoridades de ordenamiento territorial, parques y ministerio de Medio Ambiente.

Una autoridad ampliada del recién rebautizado Ministerio para el Desarrollo del Negev, Galilea y la Resiliencia Nacional abarcará “zonas periféricas” como las colonias israelíes de la zona C de Cisjordania, lo que permitirá “al Estado canalizar aún más fondos” hacia ellas, en violación del derecho internacional.

Mientras tanto, el gobierno planea “otorgar beneficios adicionales exclusivamente a las ciudades judías de Galilea; se trata de recursos estatales de los que están expresamente excluidas las ciudades palestinas.”

Para afianzar aún más “la hegemonía judía en el ámbito de la vivienda”, como afirma Adalah, el gobierno tiene previsto modificar una ley para legalizar la prohibición [actualmente de facto] de que personas palestinas residan en ciudades exclusivamente judías, eliminando así cualquier salvaguarda  contra la discriminación, algo que muchas comunidades judeoisraelíes llevan tiempo buscando.

Entretanto, la llamada “administración civil” de Cisjordania (COGAT, el brazo burocrático de la ocupación militar) está ahora bajo la supervisión directa de Smotrich, que fue fundador de Regavin, una organización de extrema derecha pro-colonización, la cual entre otras cosas ha protestado por el retraso en la destrucción de Khan al-Ahmar, una comunidad palestina en las afueras de Jerusalén. Regavim también ha presentado iniciativas legales para negar permisos de construcción a las poblaciones palestina y siria en Cisjordania, el Naqab y los Altos del Golán. Antes, los nombramientos para el COGAT los hacían los militares israelíes con la aprobación del ministro de Defensa. Ahora los hará Smotrich.

Así que ahora la población palestina de Cisjordania no solo vivirá bajo la dictadura militar israelí, sino también bajo la de sus colonos más fanáticos y de línea más dura. Como afirma Sarit Michaeli, del grupo israelí de derechos humanos B’Tselem, “esperen ver un aumento masivo de todo lo que tenga como objetivo hacer sufrir a la población palestina, incluyendo las demoliciones [de propiedades] y las confiscaciones de tierras.”

Formalizar la discriminación

El nuevo gobierno pretende formalizar una miríada de medidas por las que la población palestina ha sido discriminada durante mucho tiempo en prácticamente todas las áreas, tanto en virtud de órdenes de emergencia temporales como fuera de los límites de la ley.

Así, la congelación de las solicitudes de unificación familiar palestina −una medida “temporal” impuesta hace dos décadas− se convertirá ahora en una prohibición oficial que impedirá a las personas palestinas con ciudadanía israelí y a las que residen en Jerusalén Este vivir con sus cónyuges de Cisjordania o Gaza.

Estas formas de opresión, que son la realidad de facto desde hace mucho tiempo, sirven a Israel para consolidar su poder y poder colonizar la tierra palestina con la menor resistencia posible. La fragmentación geográfica y social de la población palestina y la ingeniería demográfica son medios primordiales con los que Israel ha ejercido su control colonial.

Ahora que Israel se arrancó la máscara de democracia liberal que ha llevado puesta hasta ahora, los grupos que promueven su agenda en el extranjero están haciendo sonar la alarma.

El objetivo del nuevo gobierno de reformar el poder judicial y debilitar y limitar la autoridad de la Corte Suprema preocupa especialmente a los defensores de Israel en Norteamérica, Europa y otros lugares. Según Adalah, la reforma permitiría al Parlamento israelí promulgar leyes incluso si la Corte Suprema las considera inconstitucionales, y excluir de la revisión judicial “cualquier asunto”.

La Corte Suprema de Israel ya ha servido para avalar las violaciones israelíes de los derechos del pueblo palestino, como el desplazamiento forzoso masivo de población y la expulsión de ciudadanos palestinos del Estado, así como el crimen de guerra del castigo colectivo, como las demoliciones punitivas de viviendas y la retención de los cadáveres de palestinos asesinados para utilizarlos como moneda de cambio. No obstante, −al igual que la supresión de las falsas ‘autoinvestigaciones’ de Israel sobre los asesinatos de palestinos− el debilitamiento del más alto tribunal representa la eliminación de otra supuesta salvaguardia para la protección de los derechos fundamentales.

Silenciar las críticas

Adalah señala que uno de los acuerdos de la coalición estipula la aprobación de una ley “por la que se impone un impuesto sobre las donaciones de entidades gubernamentales extranjeras a organizaciones sociales sin fines de lucro.”

La medida, destinada a matar de hambre y silenciar a los grupos de la sociedad civil críticos con Israel, amplía las medidas represivas ya impuestas a las organizaciones no gubernamentales a ambos lados de la Línea Verde, a medida que el régimen acelera el ritmo de la colonización con toda la violencia que ello conlleva.

El gabinete de seguridad de Israel −un grupo selecto dentro del gobierno− ya ha declarado su intención de castigar a las organizaciones de Cisjordania que emprendan “acciones diplomático-judiciales” contra Israel. Como explica Noa Landau, columnista del diario Haaretz de Tel Aviv, esto equivale a “una declaración oficial de guerra contra todos los grupos de la sociedad civil palestina que luchan contra la ocupación israelí por medios pacíficos.”

El anterior ministro de Defensa, Benny Gantz, se esforzó mucho en utilizar las opresivas y amplias leyes antiterroristas de Israel, haciendo afirmaciones vagas y sin fundamento para justificar la declaración de “grupo terrorista” contra destacadas organizaciones palestinas en octubre de 2021. En agosto de 2022 estos colectivos fueron objeto de allanamientos y se ordenó su clausura.

La nueva decisión del gabinete de seguridad evita al Estado tener que pasar por todo ese esfuerzo de mantener un barniz de legalidad. “En lugar de molestarse en inventar tales conexiones indirectas, el gobierno israelí simplemente declara en negro sobre blanco que, en lo que a él respecta, toda acción diplomática y judicial (…) es fundamentalmente ‘hostil’ y está en el mismo rango que el terrorismo”, escribe Landau.

Grupos sionistas liberales como Peace Now y New Israel Fund, y grupos israelíes contra la ocupación como Breaking the Silence, también están en el punto de mira. Como Smotrich califica a los grupos de derechos humanos de “amenaza existencial para el Estado de Israel”, cualquier grupo que se interponga en el camino del gobierno teocrático puede ver criminalizada su labor.

Como señala Adalah, “los acuerdos de coalición incluyen principios y compromisos que suponen amplias violaciones del principio de separación de poderes y de las relaciones entre religión y Estado.” “Las políticas e iniciativas del gobierno violarán los derechos civiles en todos los ámbitos, incluyendo los de las mujeres y las personas LGBT+.”

Las personas inmigrantes y solicitantes de asilo también estarán entre los grupos más vulnerables, ya que el acuerdo de coalición firmado por el Likud y el Sionismo Religioso reclama una legislación que permita el “encarcelamiento ilimitado de solicitantes de asilo y trabajadores extranjeros que no puedan ser deportados de Israel”, informa Haaretz.

Zvika Fogel, legislador del partido Poder Judío de Ben-Gvir, ha pedido incluso la detención de líderes de la oposición y de dos ex legisladores por “traición al Estado” por sus críticas y convocatorias a protestas masivas contra los planes del gobierno de recortar el Poder Judicial. Entre los líderes de la oposición que quiere detener se encuentra Yair Lapid, hasta hace poco Primer Ministro de Israel.

Está claro que al afirmar que “la ocupación es permanente”, Fogel, Ben-Gvir y sus aliados de extrema derecha, incluido Bezalel Smotrich, son el Estado, y su palabra representa la ley. Como observa un dirigente de J Street −el grupo liberal de lobby pro Israel en EE.UU.−, a Fogel no le pesa el manto del civismo. Dado que “articula la venenosa verdad de los objetivos del partido” que Ben-Gvir enmascara con el lenguaje de la moderación, merece la pena escuchar a Fogel.

Business as usual

A pesar de todo esto, los aliados de Israel se contentan con seguir adelante, como de costumbre, insistiendo en una solución de dos Estados que hace tiempo mataron los anteriores gobiernos israelíes.

La Unión Europea ya ha declarado su intención de mejorar la cooperación con el gobierno de extrema derecha de Tel Aviv. El embajador de EE.UU. en Israel ha declarado en los últimos días a la radiotelevisión estatal de este país que no existen líneas rojas, ni siquiera amarillas, cuando se trata de Israel; a lo sumo, al parecer, severas miradas de desaprobación.

Mientras tanto, Israel está arrasando los restos de los Acuerdos de Oslo, imponiendo sanciones devastadoras a la Autoridad Palestina en castigo por haber impulsado en la ONU la solicitud de una opinión consultiva a la Corte Internacional de Justicia sobre la situación jurídica de la prolongada ocupación israelí.

Con ese largo historial de normalización de violaciones cada vez peores de los derechos palestinos, no es de extrañar que el nuevo gobierno israelí parezca tener la seguridad de que su intención declarada de anexionarse más tierras de Cisjordania −en flagrante violación del derecho internacional− es un hecho consumado.

Fogel, ex jefe del Estado Mayor del “comando sur” del ejército israelí, que abarca la Franja de Gaza, ha llamado a una “guerra final” para “someter a los palestinos de una vez para siempre.”

Si las voces críticas de Israel como Adalah son silenciadas, nadie podrá decir que no hubo sobradas advertencias sobre la horrible violencia que −está garantizado− va a desatarse.

* Maureen Clare Murphy es editora principal de The Electronic Intifada.
Publicado en The Electronic Intifada el 14/1/2023. Traducción: María Landi.
VIDEO compartido por Mohammed El-Kurd en Twitter: Yontan Yossef, concejal de Jerusalén, irrumpe en el barrio Sheikh Jarrah al grito de «Queremos la Nakba ya«. Este hombre es responsable de denegar miles y miles de solicitudes de permisos de construcción palestinas en la ciudad.

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Palestina: balance de 2022, Institute for Middle East Understanding
231 Palestinians were killed in 2022. These are their stories, Yumna Patel
2022 was deadliest year for West Bank Palestinians in nearly two decades, Miriam Berger
2022 in review: Palestine’s moment of truth, Yumna Patel, Mariam Barghouti, Faris Giacaman
A year of resistance and repression: a timeline of ‘Operation Break the Wave’, Mariam Barghouti
Is Ben-Gvir preparing a holy war against the Palestinians?, Jonathan Cook
Land grabs. Homophobia. Radicalized police: What to expect from Israel’s far-right government,   Natasha Roth-Rowland
Smotrich is about to become the West Bank’s overlord. Here’s what’s at stake,  Eliav Lieblich
Fascism strengthens Israeli apartheid, International Jewish Collective for Justice in Palestine
Do I believe in violence?, Mohammed El-Kurd

 

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Nuevo informe palestino sobre el apartheid israelí

No resulta sorprendente que, una vez más, la comunidad internacional haya ignorado -o al menos soslayado- un nuevo informe sobre el apartheid israelí, dado a conocer el 29 de noviembre pasado; es el último de este año, que se suma a la cascada de informes iniciada a principios de 2021 con el de B’Tselem-.
Y no sorprende, repito, porque este importante informe de 220 páginas fue elaborado por la prestigiosa organización de derechos humanos palestina Al-Haq, con la adhesión de otras organizaciones de la sociedad civil palestina*. Hay una inclinación casi atávica en Occidente a soslayar todo lo que tiene autoría palestina. Incluso muy pocos han reconocido que los informes internacionales de 2021-2022 son producto precisamente del trabajo incesante y tenaz de la sociedad civil palestina para describir, documentar y crear conciencia sobre la naturaleza de la dominación israelí.
Tampoco resulta sorprendente que precisamente estas organizaciones se hayan convertido en blanco favorito de la criminalización y persecución por parte del régimen israelí: ellas están eficazmente revelando al mundo la verdad: un lujo que «Israel» no puede darse. A continuación, un artículo sobre este último informe.
* Las otras organizaciones que suscriben el informe son: Addameer (Asociación de apoyo a lxs prisionerxs y los derechos humanos), el Centro Al Mezan para los DD.HH., el Centro de Acción Comunitaria de la Universidad Al-Quds (CAC), el Centro de ayuda legal y DD.HH. de Jerusalén (JLAC), la Iniciativa palestina para la promoción del diálogo global y la democracia (MIFTAH), el Centro Palestino de DD.HH. (PCHR) y la Coalición cívica para los derechos palestinos en Jerusalén (CCPRJ).

Carátula del nuevo informe presentado por Al-Haq el 29 de noviembre de 2022.

 

Grupos de derechos humanos palestinos publican un nuevo informe: “Apartheid israelí: herramienta del colonialismo de asentamiento sionista”

El nuevo informe analiza el apartheid como “elemento estructural del colonialismo de asentamiento sionista”, un marco interpretativo que los informes anteriores con enfoque de derechos humanos sobre el apartheid israelí pasaron por alto.


Yumna Patel

La organización palestina de derechos humanos Al-Haq, junto con una coalición de otras destacadas organizaciones de la sociedad civil palestina, ha publicado un nuevo informe histórico sobre el apartheid israelí, titulado “Apartheid israelí: herramienta del colonialismo de asentamiento sionista”.

El nuevo informe, publicado el 29 de noviembre, analiza el apartheid como “elemento estructural del colonialismo de asentamiento sionista”, un marco interpretativo que hasta ahora habían pasado por alto las organizaciones de derechos humanos internacionales e israelíes en sus propios informes sobre el apartheid israelí.

“La sociedad civil palestina exige la descolonización y el desmantelamiento del colonialismo de asentamiento y del régimen de apartheid de Israel, el cumplimiento del derecho inalienable del pueblo palestino a la autodeterminación −negado sistemáticamente desde el Mandato británico− y el derecho al retorno de la población palestina refugiada y exiliada en la diáspora”, afirmó Al-Haq en un comunicado el día de la publicación del informe.

Desde 2021, varias organizaciones de derechos humanos israelíes e internacionales, como B’Tselem, Human Rights Watch y Amnistía Internacional, han publicado sus propios informes sobre el apartheid israelí. Si bien cada uno de estos informes fue significativo, ya sea para crear conciencia o promover los debates existentes sobre el apartheid israelí, las críticas señalaron que los informes se quedaron cortos en una serie de cuestiones; en particular, el papel de la ideología sionista en la conducción del proyecto de asentamiento colonial israelí.

Lo que pretende el informe de Al-Haq, según sus autores, es replantear la discusión en torno al apartheid israelí para poner en el centro los relatos de la población palestina sobre su propia desposesión y desplazamiento, reconocer el derecho colectivo del pueblo palestino a la autodeterminación y dar prioridad a la descolonización frente a los enfoques de “igualdad liberal” para acabar con el apartheid.

“El apartheid es una forma de colonialismo de asentamiento, o de colonialismo en general. No está aislado de ese contexto”, declaró a Mondoweiss Rania Muhareb, una de las autoras del informe. “A través del marco teórico del colonialismo de asentamiento entendemos por qué existe el apartheid, por qué se aplican estas leyes, políticas y prácticas que discriminan y fragmentan al pueblo palestino”, continuó. “Al comprender el papel que juegan la ideología, las instituciones y la política sionistas, empezamos a ver el contexto más amplio del sistema de apartheid”, dijo Muhareb.

Colonialismo de asentamiento sionista y apartheid

Durante décadas, las y los palestinos han utilizado el término apartheid para describir la realidad de discriminación y opresión en la que viven, tanto dentro como fuera de la Línea Verde.

Aunque el término ‘apartheid’ se ha convertido en sinónimo del contexto sudafricano, según el derecho internacional el crimen de apartheid es un marco que puede aplicarse a cualquier situación de segregación racial institucionalizada.

Organizaciones de derechos humanos −como Al-Haq− sostienen que el régimen de Israel cumple con los criterios establecidos por el derecho internacional para caracterizar el apartheid: una serie de actos inhumanos cometidos con el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial sobre otro.

Estos actos inhumanos abarcan una serie de categorías de violaciones cometidas por el régimen israelí contra el pueblo palestino, entre las que se incluyen: la denegación del derecho a la tierra y a la propiedad, políticas de castigo colectivo (como las demoliciones punitivas de viviendas), encarcelamientos y detenciones arbitrarias, ejecuciones extrajudiciales, etc.

Sin embargo, lo que Al-Haq y la coalición de grupos de derechos humanos sostienen en el nuevo informe es que el marco del apartheid no llega lo suficientemente lejos como para comprender con precisión la situación de la población palestina en su conjunto: dentro del territorio ocupado, al otro lado de la Línea Verde y en la diáspora. “Para comprender el régimen de apartheid de Israel es necesario reconocer los fundamentos coloniales del sionismo”, afirma Al-Haq.

En el informe, Al-Haq explora las raíces del sionismo y del movimiento sionista a finales del siglo XIX como uno de los antecedentes del apartheid israelí, argumentando que la creación de organizaciones sionistas paraestatales como el Fondo Nacional Judío (FNJ) y la Organización Sionista Mundial (OSM), permitió la “dominación colonial sionista sobre el pueblo palestino”, y el establecimiento de los cimientos del apartheid israelí.

Organizaciones como el FNJ, la OSM y la Agencia Judía (AJ), anteriores a la creación del Estado de Israel, se establecieron con el propósito de ofrecer derechos y privilegios a las y los inmigrantes judíos a expensas de la población árabe autóctona. Hasta el día de hoy, a estas organizaciones se les siguen confiriendo funciones públicas del Estado; por ejemplo, el control del JNF sobre la distribución y administración de tierras públicas en Israel.

“Las instituciones, leyes, políticas y prácticas sionistas se pusieron en marcha para desplazar y fragmentar al pueblo palestino, negar a las personas refugiadas su derecho a regresar a sus tierras y discriminar a la población palestina en casi [todos] los aspectos de la vida”, afirma Al-Haq.

Rania Muhareb explica que entender el apartheid dentro del contexto del colonialismo de asentamiento sionista es esencial para desmantelar el apartheid israelí, porque sin el marco colonial, la atención se sigue centrando en las leyes y prácticas discriminatorias, en tanto se ignora el sistema opresivo más amplio en funcionamiento.

“Para nosotras, derogar las leyes israelíes que son discriminatorias hacia la población palestina es insuficiente”, afirmó Muhareb. “Porque la cuestión no son sólo las leyes, sino el papel de la ideología y las instituciones sionistas, como el FNJ, la AJ y la OSM, que han privilegiado a las personas de origen o ascendencia judía, y han seguido haciéndolo a través de la colonización de Palestina y el establecimiento de colonias judías en Cisjordania y también dentro de la Línea Verde”, continuó.

“Derogar leyes no es suficiente. Es necesario derogar la ideología y el papel de esas organizaciones. Por eso es esencial vincular estos marcos interpretativos y entenderlos conjuntamente. En última instancia, eso es lo que ayudará en los esfuerzos de movilización contra el apartheid israelí.”

Recomendaciones y demandas

La conclusión del informe de 220 páginas establece una lista de recomendaciones dirigidas a la comunidad internacional −incluidos terceros Estados−, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), la Corte Penal Internacional (CPI) y otros organismos de la ONU, sobre qué medidas pueden adoptarse para desmantelar el colonialismo de asentamiento y el apartheid israelíes y “descolonizar completamente Palestina.”

“Esto debe incluir el desmantelamiento de todas las estructuras de dominación, explotación y opresión y la realización de los derechos inalienables del pueblo palestino, entre ellos a la autodeterminación y a regresar a sus hogares, tierras y propiedades”, afirma Al-Haq.

Entre la lista de recomendaciones se encuentran:

  • El reconocimiento y la condena de las leyes, políticas y prácticas discriminatorias de Israel que contribuyen a mantener un sistema de apartheid sobre el pueblo palestino.

  • La imposición de sanciones económicas a Israel.

  • La ruptura de todos los lazos y acuerdos culturales, económicos, comerciales y de cooperación con Israel.

  • La adopción de una resolución para reconstituir el Comité Especial de la ONU contra el Apartheid y el Centro de la ONU contra el Apartheid, con el fin de investigar el crimen de lesa humanidad de apartheid que las autoridades israelíes cometen contra el pueblo palestino en su conjunto.

  • La agilización de la actual investigación del Fiscal de la CPI sobre posibles crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad cometidos en los territorios palestinos ocupados.

“Insistimos en que no puede haber solución a la situación mientras la comunidad internacional siga ignorando las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y el régimen colonialista y de apartheid de Israel y, al hacerlo, siga sosteniendo el ilegal proyecto de asentamiento colonial sionista a costa de la liberación palestina”, sostiene Al-Haq.

 

Publicado en Mondoweiss el 6/12/22. Traducción: María Landi.
Documental «Dentro del apartheid israelí» dado a conocer por Mondoweiss en mayo de 2022:

Durante décadas, el pueblo palestino ha acusado a Israel de cometer el crimen del apartheid, al imponer dos sistemas diferentes en el territorio existente entre el río Jordán y el mar Mediterráneo: un sistema que privilegia a la población judía y otro que discrimina a la población palestina. Ahora, el resto del mundo se está poniendo al día. El año pasado, las principales organizaciones de derechos humanos internacionales e israelíes se unieron a sus homólogas palestinas para definir a Israel como un Estado de apartheid. Desde Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza ocupadas, hasta las comunidades palestinas dentro de Israel, este documental es una mirada al interior del apartheid israelí.

 

 

 

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